Me sentía fatal físicamente, decir cansada sería poco, pero tampoco quería ser grosera con las visitas que teníamos desde ese día en el hospital.
Nuestras familias no dejaban de recordarnos lo queridos que éramos y el apoyo que nos brindaban; y me atrevía hablar en plural, pues mis padres habían llegado al hospital desde ese día en la tarde y después de regresar a casa, se habían estado quedando con nosotros.
Muy en el fondo eso me generaba bastante confianza, me sentía segura como niña protegida por sus padres.
Una niña que cuida de otra.
Bueno lo decía las pocas veces que he podido cargarla y normalmente solo es para que comiera, pues le sobraban brazos para cargarla.
Y no se digan los del papá, ese no se le despegaba por nada la tuviera él o no. Apenas y empezaba hacer el primer puchero para llorar y ya la había de tener cargada, haciendo una voz que jamás llegué a pensar oír de su parte.
— Mira Víctor, se ríe. — mi mamá le acercaba la bebé a mi papá, quien solo asentía sin hacer alguna otra expresión.
En estos tres días habían sido pocas las palabras que cruzaba con mi papá, sólo era para preguntarme si estaba bien, si necesitaba algo o incluso ayudarme a parar y pasarme cosas, pero de ahí en fuera, nada más. De hecho sólo se había acercado muy poco a Lupita.
— ¿De verdad ya se tienen que ir? — pregunté triste.
— Quisiéramos quedarnos un poco más, pero tu hermanos están con tu tía. Tampoco queremos recargarnos con ella.
Asentí pensativa.
— Pues sí. Me hubiera gustado que vinieran para que la conocieran.
— Trataremos de venir antes, pero en caso de que no, seguro en vacaciones están aquí. — sonrió provocando que yo lo hiciera — Igual les llevo muchas fotitos.
— Bueno, trataré de poder hacer llamadas para no perder contacto.
— Ay sí, ojalá y sí. — se distrajo haciéndole mimos — Esos ojazos, ¿Miran al abuelo? — ella y yo reímos — Aunque, ahora que lo recuerdo... Amor, no haz cargado a la niña.
— Es que... está muy chiquita. No la vaya a lastimar.
— ¡Ay, por favor! Cómo si nunca hubieras cargado a tres de tus hijos.
— Cecilia. — reprochó nervioso, pero no enojado.
— Ándale, cárgala. — cuando menos lo pensamos, mi papá ya tenía a Lupita en sus brazos — ¿Verdad que está bien bonita?
Asintió sin despegarle la vista de encima, pero la ligera sonrisa que se formó en su cara alimentó mi esperanza.
— No puedo creer que el tiempo pasó tan rápido. — dijo nostálgica — Recuerdo cuando estabas así de pequeñita, y... — suspiró sonriendo — Ahora mi bebé tiene a su bebé.
— Ay, mami. — fue ella quien se acercó abrazarme, pues yo tardaría en hacerlo.
Vi como mi papá acarició su cabecita y esa misma mano la llevó a sus ojos, limpiando una lágrima. Muy en el fondo sabía que de alguna manera mi hija sería la adoración de su abuelo, lo estaba comprobando.
Sólo era cuestión de darle tiempo.
...
— ¡Ratón! — pegué un brinco al escuchar el grito a lado mío — Llegamos.
Dios mío, antes no se me abrió la cesaría del susto.
Por la voz sabía que era Iván, pero al voltear me encontré también con Édgar a lado suyo.
— Qué onda, Bianca, ¿y Bernardo? — fruncí el ceño. La verdad es que si había entendido su referencia, pero no iba a ceder.
— ¿Bernardo? — me hice loca — Aquí no vive ningún Bernardo.
— Mmm... Ya me acordé que eres de Hanna Montana para adelante.
— Prefería los Hechiceros de Waverly Place, pero bueno. — bromeé.
— Ah. — se quedó ido.
— Y tu marido, esposo, novio, amor, dueño de tus quincenas, de tus suspiros y pensamientos, ¿Dónde está?
— Oh. — reí — Está en la habitación, según durmiendo a Lupita.
— Mi niña, preciosa. — habló Édgar — Seguramente es ella quien lo termina durmiendo a él.
— De hecho, sí. Eso pasó el sábado. — sonreí al acordarme — Pero no me quejo, está haciendo un muy buen trabajo.
— ¡Ja! Hasta parece que él la parió.
Y sí.
— Pues está muy piñado con su chamaquita, Quinito. — palmeó su espalda — Lo entenderás cuando tengas los tuyos.
— Yo virgen y puro, hasta el matrimonio.
— Pues mejor ve pensándole ya, porque se te está pasando el tren.
— Insisto, ¿Mi hermano o mi hater?
En lo que ellos se peleaban, yo terminaba de hacer el desayuno/comida.
— ¿Qué es esto? — preguntó curioso mirando el aparato.
— Es un extractor de leche. — respondí mirándolos de reojo — Lo utilizo para darle de comer a su sobrina.
— ¿Y por dónde se mete la leche o qué? — Iván trataba de buscarle forma.
— Es un extractor, o sea extrae.
— Entonces te lo pones en tus... — hizo un ademán con sus manos — Ajá.
— Sí.
A la velocidad de la luz lo soltó y yo me reí.
— Está limpio. Siempre tiene que estarlo, de hecho. — dije volviendo a lo mío.
— Aah.
— A ver, presta. — habló Édgar.
Solo fueron segundos los que tardé en tapar la olla y bajarle un poco al fuego; y al voltear me quedé ida viéndolos.
Iván se había desabotonado la camisa y miraba atento a Édgar, quien le ponía el extractor en su pecho y lo encendía.
— No se siente na... ¡AYY! ¡Quítamelo, More! Me duele. — él mismo se estiró el extractor hasta que se escuchó un boop.
— Jajaja, 'tons si tienes donde te agarren, carnal. — le apretó y el otro rápido le dio un manotazo.
— Es por el ejercicio. Mañana me toca torso y brazos. — lo miró mal.
— Sii, claro. Si quieres yo te compro los brasieres.
— Le voy a decir a mi apá.
Édgar nada más se reía.
— Si gustan subir con Ovidio. No creo que la bebé se duerma aún, así que por si acaso entren con cuidado.
— Sobres.
— igual y ahorita bajamos a comer.
Ah.
— Tqm cuñada.
Se la bañaron con lupita, apenas va naciendo la pobre y ya tiene haters 😩🥺