III

512 45 13
                                    

2 de septiembre de 1892


A la mañana siguiente me despierto con una encantadora sensación. Adoro mi habitación, adoro a mis compañeras y amigas, y estoy encantada de volver al colegio. Pero entonces un golpe de realidad me da en la cara. Mi último curso, aquel que estaba anhelando desde hace dos meses, va a ser truncado por un chico. Y no por un chico cualquiera.

Recuerdo cómo apareció ayer. No lo quise comentar ni siquiera mentalmente, pero está más alto. Ha ensanchado de hombros, y siento que su nuez está más pronunciada. Tiene más pecas que antes, si eso es posible, y su mirada de autosuficiencia ha sido reforzada por Merlin sabe qué. 

Sacudo mi cabeza, me niego a empezar el día con tanto pesimismo. Nada se puede interponer entre yo y la felicidad. 

Salvo, quizá, un pequeño detalle.

Cuando bajo a la sala común encuentro a Ominis a lo lejos. Hablando con Anne y con él. Mis ojos se salen de las órbitas. ¡Maldito traidor! Me descuido un segundo, ¡un segundo! Y ya ha confraternizado con el enemigo. Que tu mejor amigo sea la persona más diplomática del mundo a veces frustra los posibles planes de venganza que tengas en mente.

Instalo una mueca instantánea en mi cara. No puedo hacerlo. Parecen estar muy entretenidos hablando. Un momento, ¡se ríen! Esto ya es demasiado. De ahora en adelante Ominis queda relegado al segundo puesto en cuanto a amistad, a partir de ahora Poppy es mi mejor amiga. Claro que yo no soy la suya, porque no tengo pico, o plumas, ni ando a cuatro patas.

Bueno, a veces.

Ruedo los ojos y me voy asqueada. Me niego a participar en este circo de falsedad y compañerismo.

Evito a Garreth en el desayuno y las primeras clases. No puedo empezar el día tampoco con una conversación tan intensa. No me malinterpretéis, pienso hablar con él, pero estoy tan agobiada por todo lo que anda pasando a mi alrededor que no puedo gestionarlo todo a la vez.

En verano estuve pensando seriamente en qué dedicarme en el futuro. Si tengo. Me llama mucho la herbología, aunque no sea la mejor alumna del mundo. Tampoco sé si quiero tirarme la vida rodeada de bubotubérculos y tentáculas. Creo que la enseñanza podría ser también una buena opción. Quedarme en Hogwarts para siempre no parece tan mala idea. Este castillo es mi hogar, no sabría a dónde ir cuando me gradúe. 


Por la tarde es el primer entrenamiento de la temporada de Quidditch. Llego al campo pronto para cambiarme y calentar antes de que empiece a llegar el resto. Cuando veo a Imelda aparecer sonrío. Llevo solo un año jugando a este deporte, pero todo lo que necesitaba saber desde hace años Imelda me lo enseñó en una semana. Es un portento, y estoy deseando ver cómo se clasifica para las Avispas de Wimbourne cuando termine este curso. No podríamos tener mejor capitana.

Cuando abren la caja con todo el material cojo mi tan añorado bate con cariño. Sonrío al verlo. Lo he echado mucho de menos este verano. Voy a dar un golpe al aire a modo de entrenamiento cuando el brazo de Imelda lo intercepta. Me mira severamente.

—Es el primer entrenamiento. Hoy juega con calma, ¿de acuerdo? 


Suena preocupada. Sé lo que significa. Desde que sucedió todos me tratan entre algodones, a veces es agotador. Le guiño el ojo para que se relaje.

Antichrist || Sebastian SallowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora