XXII

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1 de abril 1890


Recorro los pasillos sola en busca de Sebastian. A mi paso voy dejando un montón de inferi derrotados, y me empiezo a temer lo peor. Siento escalofríos cada vez que me acerco a una sala. No lo he hablado con él, pero... lo que siento por Sebastian está claro que es más que una buena amistad.

Me pregunto si estaría tan aterrada si le pasara algo a Poppy o a Ominis. Mi corazón late muy deprisa, y me tiemblan las manos. Es entonces cuando escucho ruido al fondo. Entrecerrando los ojos, me dirijo a toda prisa por los pasillos. Tiene que estar bien, seguro que lo está. Es un chico listo y fuerte.

Con premura improviso unas escaleras para llegar a lo alto de la sala y poder acceder. No recordaba esta ala de las catacumbas de esta manera. Hay algo... extraño en ella. Me apresuro a subir y allí lo veo: Sebastian rodeado por un grupo de inferi. Pero no se mueven, es como si estuvieran dormidos. Él al principio no me ve, pero después se da la vuelta, divisándome. Cuando nuestros ojos conectan veo una amplia sonrisa en su rostro. Es la primera vez en mucho tiempo que lo veo así.

—¿No es una pasada? —avanza dando zancadas hacia mí, y me coge las manos.



Él me sonríe, muy cerca de mi cara. Está radiante, pero también noto ansiedad en su cuerpo. Estoy muy feliz de verlo con vida, pero también bastante incómoda. Miro a mi alrededor sin comprender muy bien toda la situación. Los inferi no reaccionan ante mi presencia. Me mira, y acaricia mi rostro con su mano.

—Sebastian... —digo sin saber muy bien cómo continuar.

—¡Te lo dije! ¡La reliquia es la clave! —suelta una pequeña risa con entusiasmo—. He estado intentando revertir la magia oscura que hirió a Anne, pero con esto podré controlarla... como controlo a los inferi.


Así que de eso se trata. Ha conseguido que todos estén a su merced, como dijo Ominis. Trago saliva. Todo esto tiene muy mala pinta, y me pone los pelos de punta. Sebastian nota la incomodidad en mi rostro. Entonces junta su frente con la mía y me acaricia la cabeza para calmarme. O quizá, convencerme.

—¿Qué control? —digo un tanto molesta—. Tuve que luchar contra los inferi sin parar...

—¿No te das cuenta? —sonríe—. Si esto funciona ya no tendremos por qué preocuparnos de ninguna maldición que pueda echar Ranrok o sus seguidores. Si alguien tiene problemas, ¡podremos ayudarlos! ¿Es que eso... —me mira— no te hace feliz?

—Yo... —aparto la mirada—. No sé si todo esto es buena idea, sinceramente. Creo que... quizá ha ido demasiado lejos.

—¿Qué estás diciendo? —examina mi rostro—. Esto lo hago por mi hermana. Por su bien.

—Sí, pero no estoy segura de que sea la mejor manera.

—No hay otra —dice serio—. Es esto, o dejarla morir. Y no pienso hacerlo.



Observo la reliquia en su mano. Tintinea con una luz roja, y puedo ver el orbe de poder reluciendo en su interior. De repente escuchamos ambos un chasquido al otro lado de la sala. Nos giramos inmediatamente, y lo que vemos no podría ser peor: Solomon Sallow acaba de aparecerse en la sala de las catacumbas. Nos mira primero a ambos, y después a los inferi de nuestro alrededor. Sebastian se separa de mí con cautela y se pone delante.

—Pero, ¿qué habéis hecho? —comenta fuera de sí, sin dejar de mirar a los inferi—. ¡Accio reliquia!



La reliquia entonces viaja de la mano de Sebastian hacia la de Solomon, sin que ninguno pueda hacer nada para evitarlo. Se me escapa un pequeño grito de la impresión. Noto cómo Sebastian se tensa. Entonces veo cómo el hombre saca su varita y la apunta hacia la figura. Unas chispas amarillas comienzan a brotar.

Antichrist || Sebastian SallowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora