VII

460 44 35
                                    




3 de octubre de 1890


Salgo de la Bóveda con el corazón aleteando. No sé qué es lo que me ha hecho tan feliz ahí dentro. Puede ser que la reacción tan positiva que ha tenido Sebastian cuando le he hablado acerca de los vestigios de magia antigua que veo, o quizá su invitación para visitar a su hermana los dos juntos en Feldcroft. O, tal vez, el hecho de sentir que por fin tengo un amigo en Hogwarts. Sé que soy una persona verdaderamente analítica, y que no soy muy locuaz a veces, pero sentirme acompañada era lo que necesitaba en estos momentos.

Me siento cómoda habiéndole contado mi secreto a Sebastian. Siento que me he quitado un peso de encima, y eso me alivia. Él sabe mucho más de magia que yo, y al ser de mi edad me entiende mucho mejor que el profesor Fig. Además, ha compartido uno de sus mayores secretos conmigo, eso me demuestra que confía de verdad en mí. Me da vergüenza decirlo, pero no puedo parar de sonreír como una boba.

Cuando salgo, noto cómo la puerta se cierra tras de mí automáticamente, y una voz me saluda al otro lado del pasillo:

—Hola, Sebastian. Espera...



De pronto me detengo en seco. Es Ominis, el amigo del que me habló Pecas. Vaya cagada, se suponía que no debía saber que yo estaba aquí. Contengo la respiración inconscientemente, como si este pobre chico fuera como un tiburón y oliera el miedo solo por el hecho de ser ciego. Se acerca a mí dando grandes zancadas.

—Oye, tú. Que te oigo...


Avergonzada dejo de contener la respiración y exhalo lo más naturalmente posible. Ominis no puede enterarse de qué hago yo allí, así que inmediatamente apelo a mis dotes interpretativas y mi inexperiencia como nueva alumna:

—Ah, hola. Eres Ominis, ¿no? Creo que coincidimos en Pociones y en... ¿Herbología?

—Reconozco esa voz. Te he oído hablar con Garreth Weasley en clase de Pociones. Eres la chica que acaba de entrar a quinto —utiliza un tono bastante severo—. ¿Acabas de llegar de la Bóveda? ¿Cómo has entrado?



Tengo dos opciones: o bien miento y encubro a Sebastian, lo que haría que nuestra relación se fortaleciese, o bien le digo la verdad a este perfecto desconocido y me quedo sin el único amigo que tengo. Creo que la opción correcta es obvia.

—¿Esa sala se llama "la Bóveda"? —procedo con una actuación majestuosa— Anda. Bueno, estaba explorando y de repente me encontré en un pasadizo muy raro...

—No me mientas —me interrumpe—. Nadie se tropieza con esa sala. Te lo ha dicho Sebastian, ¿no? Como se te escape una sola mención a este lugar, ni tu querido profesor Fig podrá ayudarte. Mi padre es amigo del director. No tengo el menor reparo en usar ese contacto si lo necesito.



Vaya, qué borde. Entiendo que quiera proteger el sitio, pero ¿no debería confiar en el criterio de su amigo? Siento que ya he empezado con mal pie con él. No quiero decirle a Ominis que sé perfectamente que se lleva fatal con su familia para no poner a Sebastian en peor situación, pero lo cierto es que saberlo hace que su amenaza pierda fuerza.

—Confía en mí, Ominis. No voy a decir nada —intento calmar las aguas—. Y Sebastian es un buen amigo. No deberías pensar mal de él tan rápido.



Frunce el ceño. Creo que eso último ha terminado cabreándolo aún más.

—No necesito que me hables de mi amigo más antiguo, muchas gracias —espeta.

—Ominis, me refería a...

—Sé a qué te referías —se acerca—. Sebastian ya se mete en suficientes problemas, no necesita tu ayuda.



Antichrist || Sebastian SallowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora