14. Unus.

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¡Buenas noches! Disculpad por este paroncito y por traeros este capítulo una semana más tarde de lo que tocaba... Fin de año y Reyes nos lo pusieron complicado. Pero aquí tenéis, esperamos que lo disfrutéis. Muchas gracias por seguir leyéndonos y comentando <3



—Leo —le llama—. Te están llamando.

Él se revuelve a su espalda y afloja un poco el agarre del brazo con el que rodeaba la cintura de Aina.

—¿Qué?

—Tu móvil —señala ella, girándose lo suficiente para mirarle con un ojo entreabierto—. Hace rato que suena.

Él se incorpora de la cama, completamente despeinado y frotándose el ojo derecho con la palma de la mano. Se estira sobre el colchón y contesta a quien sea que haya decidido despertarles a horas intempestivas un uno de enero.

—¿Diga? —contesta, volviendo a tumbarse y acogiendo a Aina entre sus brazos, dejando que se acomode sobre su pecho. Una voz masculina dice algo al otro lado—. Rai, ¿tú eres consciente de la hora que es? No son ni las nueve, puñetas.

Aina respira algo más tranquila al darse cuenta de que es su amigo quien llama. Una desagradable sensación de déjà vu la había llevado a imaginarse que podría ser Rodrigo Jara.

—Bueno, yo qué sé si firmé esos papeles a nombre de mi padre —protesta Leo—, ¿tú sabes la cantidad de papeleo que he firmado en los últimos días con todo esto de hacerme cargo de la empresa? Podría haber firmado a nombre de cualquiera. —Nueva respuesta al otro lado—. Pues claro que me importa el concurso, Rai, no es que no esté implicado, es solo que hoy es uno de enero. Ya, ya sé que las bases tienen que salir el día seis, pero no pasa... Rai, el departamento de Legal vas a encontrarlo vacío porque hoy es festivo.

Leo empieza a acariciar la espalda de Aina, que suspira del gusto antes de volver a cerrar los ojos. Le interesa entre poco y nada esa conversación laboral.

—No pienso ir, Raimundo, quítatelo de la cabeza ahora mismo. —Ante esa posibilidad, Aina alza la mirada. No quiere que se vaya, se había hecho a la idea de pasar la mañana con él—. Te estoy diciendo que hoy es festivo, te vas a encontrar la empresa cerrada porque... Diablos, es que no sé para qué te di la maldita llave.

Tras un largo minuto de silencio y varias negaciones de cabeza, Leo vuelve a abrir la boca.

—Te estoy diciendo que no pasa nada, Rai. Que no es cuestión de vida o muerte, hay varios errores, ¿y qué? Mañana, con calma, se arregla y... Eres insoportable, de verdad, eres un puñetero adicto al trabajo, ¿lo sabes? ¡Ni que la empresa fuera tuya! —Aina se imagina que Rai se estará quedando a gusto, pues no permite que su amigo y jefe directo intervenga en el monólogo que se debe estar marcando—. Que sí, que lo que tú digas, adiós.

Cuelga el teléfono con un gruñido y vuelve a centrarse en recorrer con la yema de los dedos la piel desnuda de Aina.

—¿Todo bien? —se interesa ella.

—Es el mejor en lo suyo, pero pesado como él solo...

—Y tu mejor amigo.

—Y no sé si eso es bueno o malo, porque si un trabajador cualquiera me llamara un uno de enero a estas horas por nimiedades sin importancia, como mínimo, le caería la bronca del siglo.

—¿Y por qué te llama para «nimiedades sin importancia» cuando tendría que estar durmiendo la mona con mi mejor amiga? —pregunta, frunciendo el ceño.

Aurantiaco: El chico de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora