Son apenas las ocho de la mañana y, cuando ha tomado el metro, ha tenido claro el destino. A él le gusta llegar siempre media hora antes al trabajo, así que no tenía sentido pasar a verle por su hogar temporal.
Han pasado más días de los que pretendía. Debería haber ido a hablar con él el martes y ya es jueves. Aunque sigue sin encontrar las fuerzas para hacer frente a esa conversación.
Si le hubieran dicho hace apenas unos meses que tendría miedo de hablar con su novio, se hubiera echado a reír sin contemplaciones.
Embutida entre centenares de personas dentro de esa caja de cerillas que la transporta de una punta a otra de Madrid, necesita hacer contorsionismo para sacar el móvil de su tote bag.
Aina 07:37
¿Cómo va?
Cande 07:38
En el metro, camino al matadero
Aina 07:38
No tengas miedo
Irá bien
Es Rai
Os queréis
Vais a solucionarlo
Cande 07:39
Estoy cagada, Ina
¿Y si me deja?
Aina 07:39
No va a pasar
Pero, Cande, si pasa...
No es el fin del mundo
A mí me vas a tener siempre
¿Vale?
Cande 07:40
Gracias por ser la mejor amiga del mundo
Aina 07:40
Siempre ;)
Mantenme informada
Candela suspira y vuelve a guardar el móvil. Por los altavoces se anuncia su parada. Siente el pulso acelerado y una gota de sudor que se escurre de su nuca y resbala por su espalda. No sabría decir si se debe a la condensación de personas por metro cuadrado o por los posibles escenarios que está planteando su mente. Pero ya no hay vuelta atrás. No va a seguir posponiendo esta conversación. No le va a permitir seguir jugando al escondite.
Ella se comportó como una mala novia, una mala persona y una mala profesional. Pero, como le dijo Aina, un error no puede eclipsarlo todo. No lo merece. No cree que, a rasgos generales, pueda considerarse ni una mala novia, ni una mala persona, ni una mala profesional. Y si Rai no puede encararlo...
No, eso no lo contempla. Duele demasiado como para planteárselo.
Entra en las oficinas de Auran con decisión, pisando fuerte, con seguridad. Pero, a medida que va acercándose a su despacho, se va haciendo cada vez más pequeñita. Para acceder al ala en el que se encuentran los despachos directivos, tiene que hacer frente a Mercedes, a la que encuentra organizando unas carpetas.
—Candela, cielo —la saluda con cariño la secretaria.
—Hola, Mercedes. —Trata de sonreír, pero no le sale demasiado bien.
ESTÁS LEYENDO
Aurantiaco: El chico de cristal
RomanceCuando todo estalla y se queda en mil pedazos, volver a unir los fragmentos puede parecer muy complicado. Pero, a veces, solo se necesita dar un paso al frente e intentarlo, seguir luchando por aquello que quieres y crees hasta volver a juntarlo. ...