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“Darse Cuenta”
- Capítulo treinta y tres -



Los nervios, porque seguramente no fue la curiosidad, lo hicieron hablar de forma torpe mientras escogía su siguiente carta con la luz de los teléfonos. Podía elegir la paz y colocar el 6 de corazones o podía elegir el disturbio y la confrontación y poner la Q de corazones y que Miguel se comiera dos cartas. Al final decidió confrontarlo.

   —¿Has tenido novia?— preguntó, asumiendo que Miguel había tenido quizá muchas parejas, aún cuando él, con su misma edad jamás se había siquiera interesado en una chica más allá de pensar que "era bonita". Pero Miguel era más apuesto que él, seguramente ya había tenido al menos la oportunidad presente.

Miguel lo miraba de reojo, intentando que no se notara su respiración pesada al tocar el tema. Mordió su labio fingiendo que buscaba una estrategia para su jugada, en realidad estaba angustiado por dentro.

A su cabeza solo llegaban los recuerdos de una persona, la única pareja que había tenido en su vida. Solo podía pensar en sus grandes y brillantes ojos claros y en como lo veían, llenos de ilusión y amor.

Itzel había sido como una novia de en sueño, era una muchacha femenina y delicada, pero con un carácter imponente y dulce. Era el tipo de chica que le cae bien a tu madre, la chica con la que tus abuelos esperan que te cases y por la que tus tíos te felicitan; la chica de la que tus tías hablan como si fuera la perfección encarnada y por supuesto que la chica que le caía bien a todo el pueblo.

Recuerda tardes enteras de ella en su casa, siendo tratada como una hija más en la familia, hasta con más favoritismo que él mismo, como su madre siempre le servía a ella la vajilla más bonita y su mamá Elena le hacía pañoletas tejidas para decorarle la cabeza como si fuese una princesa, como Coco compartía todos sus dulces con ella, incluso los que no compartía con él.

El estómago de Miguel se revolvió al recordarla, al recordar sus pronunciadas caderas y sus hombros pequeño, como los vestidos le ajustaban al cuerpo. Sentía vértigo de solo pensar en su lacio y largo cabello castaño que siempre parecía estar perfectamente acomodado y decorado con pañoletas; sus pestañas naturalmente largas y abundantes y sus pecas que hacían lucir aún más perfecta su piel morena y su nariz respingada y alta.

Pero todo en él se revolvía aún peor al recordar sus labios, esos labios que había pasado horas al día detallando con la mirada, aquellos que besó repetidas veces, aquellos labios que cantaban las canciones que él componía y que decían su nombre con especial cariño. Porque Itzel también era el tipo de novia que amaba bonito, como en las películas.

Miguel sintió la garganta seca y no quiso pensar cuántos segundos estuvo hundido en sus recuerdos, hizo un gesto poco disimulado al intentar humedecer su boca de nuevo y miró el mazo de cartas, tenía una Q de pica y eso le aseguraba que Hiro tendría que comer cuatro cartas, porque ya todas las otras Q habían sido tiradas al mazo hace rato. Pero en lugar de jugar, tomó dos cartas y dejó que Hiro tirara la siguiente, esta vez solo fue una carta regular, lo que le permitió jugar la partida.

En lugar de confrontarlo, Miguel decidió huir y comer dos cartas.

   —Tuve solo una novia, terminamos antes de que viniera aquí, creo que al rededor de dos o tres meses antes de que viajara— respondió, poniendo un Az de pica, haciendo que Hiro frustrado tuviera que buscar una pica entre el mazo para poder jugar —Las cosas solo no funcionaron, ¿Sabes a lo que me refiero?—

Quería fingir estar tranquilo y no sabía si lo había logrado, en realidad todo en Miguel daba vueltas de solo recordarla y lo hacían sentir mal, demasiado mal. La realidad es que aunque Itzel hubiera sido la novia perfecta, Miguel fue el novio que nadie quiere llegar a tener nunca.

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