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"Doble Rivera"
- Capítulo cuarenta y uno -

Miguel limpiaba sus lágrimas mientras Marco le sobaba los hombros mientras soltaba pequeñas risitas, el menor siempre había sido el más emocional de los dos. Era demasiado fácil hacerlo llorar.

-Vaya sorpresa te di ¿Eh? A mamá le costó mucho no meterte el chisme- Cass le había servido un vaso de agua y le regaló el día libre. Los dejó solos luego de un rato para ir a atender el café de nuevo.

-¿Qué pasa con la universidad? Pensé que no tenías tiempo ni de respirar- Marco alzó los hombros.

-Pues por eso pude venir a verte. Estuve quemándome las putas pestañas para venir a verte ¿Sabes cuántos turnos dobles tomé? Un profesor me apodó el suicida- ambos se carcajearon.

Miguel se sentía cálido por dentro, necesitaba esa complicidad familiar, tener a Marco ahí lo llenaba de paz a pesar de su tosca forma de hablar.

-¿Y si en vez de seguir aquí vamos a tu cuarto y me echo una siestita?- Miguel rió -No te rías, estoy cansado, ni siquiera he tenido chance de fumar hoy-

-¿Aún no dejas eso? ¿Si viste lo que le hizo a Mamá Elena?- Marco rodó los ojos, no iba a aguantarse sermones de su hermano. Se frotó el entrecejo en gesto de frustración.

-Ya Miguel, ya mamá, mis tías, Rosita y hasta el tarugo de Abel me dieron el puto sermón en casa. No me lo des aquí tú también, te lo agradezco carnal- se frotaba el rostro y estaba visiblemente harto del tema. No es como si fumara pensando que los pulmones se le llenaban de flores, era muy conciente, desde el primer momento, que estaba jodiéndose desde dentro, que estaba mal, e igual lo hizo. Sermones moralistas no iban a hacerlo mágicamente cambiar de opinión y dejarlo.

Miguel fruncía los labios frustrado, todo el tema no le gustaba tampoco, Marco había empezado a fumar a los dieciséis, cuando empezó a robar cigarros de las cajas de su abuela y su padre. Lo hacía a escondidas, pero terminaron descubriéndolo apenas un año después. Incluso el enorme pedo que le armó su mamá parecía solo incentivar más al mayor a rebelarse. A Miguel no le gustaba que Marco fumara, sabía lo dañino que era y además olía desagradable.

-¿Duermes conmigo?- susurró Marco, haciendo que Miguel aligera su cara. Marco tenía las manos cubriendo su rostro, pero Miguel sabía aún sin verlo que debía sentirse mal por hablarle así, a pesar de que siempre se trataban de esa forma tan brusca.

-Dejame darme un baño primero, sabes que no me gusta acostarme sin bañarme-

Ambos se levantaron de la mesa y Miguel lo guió a su habitación en el piso de arriba. Sin siquiera detallar el lugar, Marco caminó hasta la cama y se tiró a ella, sacándose los zapatos sin ganas y hundiendo su rostro en la almohada; era una cama suave y olía a sábanas recién lavadas, con el cansancio que tenía encima, casi se duerme apenas tocarla.

Miguel lo vió divertido, su hermano no tenía remedio. Sin poder evitarlo, mientras buscaba su ropa de cambio para ir a ducharse, vió lo vacío que estaba su escritorio y frunció el ceño. ¿Dónde estaban todas las cosas de Tadashi? Se acercó y tomó la nota de papel que estaba sobre la mesa, estaba escrita con una fea letra, pero identificó que era de Hiro en seguida, seguro era por escribir con la zurda.

"Fue muy difícil, pero logré hacerlo. Disfruta tu escritorio, ahora puedes poner todo lo que quieras sobre el.

No lo habría hecho sin ti, gracias."

Las mejillas de Miguel se tiñeron de carmín y una sonrisa boba apareció en su rostro. Guardó la nota en uno de los cajones, quería conservarla y su hermano no tenía porqué verla.

ROOMMATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora