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"Tu Olor"
- Capítulo diecinueve -

Domingo 7:40am

-¿Tú qué?-

Con voz matutina, gruesa y arrastrada por la somnolencia, Hiro le habló al moreno que aún después de que su tía se fuese de la habitación, seguía recargado en la puerta, mirándolo con una amplia sonrisa que dejaba a la vista su diente faltante y hoyuelo en la mejilla. La forma en la que lo veía era una evidente muestra de satisfacción, irritante, podía incluso decir, lo cuál no le hacía gracia con el poco humor que le había quedado luego de ser despertado a los gritos.

-Oh, nada, es solo que... Te ves tan suavecito en las mañanas- con gesto de confusión lo miró, pensando en lo raro que era ser llamado suavecito, en su vida solo había usado ese calificativo con Baymax.

Entonces, cuando vió a Miguel caminando lentamente hacia él, sin borrar su sonrisa, entendió, abrió los ojos al comprender qué estaba sucediendo.

-Me pregunto en realidad si eres suavecito- dijo sin dejar de sonreír, acercándose cada vez más, Hiro intentó quitarse las sábanas en las que se había enrollado para huir, pero fue demasiado tarde.

-No, no, no, ¡Maldición! ¡Eres pesado! ¡Déjame!- exclamaba, Miguel se había tirado sobre él, aplastando su cuerpo mientras se carcajeaba por como Hiro pataleaba para intentar huir.

Después de unos segundos de batalla unilateral por parte del japonés, Miguel por fin tuvo piedad y rodó hasta un lado de la cama, dejándo libre a Hiro, quién respiró profundo recuperando el aire para luego solo reír. Miguel lo vió soltar divertidas carcajadas y se unió a él.

Levantarse por las mañanas mientras su tía hacía el desayuno y un irritante y positivo chico lo molestaba, parecía sentirse demasiado familiar, aún si Miguel no era la misma persona de sus recuerdos. Miró al techo, recuerdos nostálgicos vinieron a él, las risas, las bromas, los momentos sencillos dónde eran solo ellos dos jugando videojuegos.

Su risa se desvaneció, su sonrisa perdió fuerza y sus ojos se llenaron de melancolía, los recuerdos dolían siempre que volvían, le erizan la piel y le anudan la garganta, aún cuándo eran recuerdos felices. El simple recuerdo del sonido de su voz llamando su nombre dolía, atravesaba su estómago como una daga clavada cientos de veces. Dolía, porque cada momento feliz que venía a él estaba lleno de culpa, una pesada carga que solo él sabía que cargaba, la carga de que los buenos recuerdos con Tadashi fueran eso... Solo recuerdos.

Volteó y vió a Miguel, sus ojos curiosos lo miraban preocupado por su expresión melancólica y entonces lo vió de nuevo, igual que el primer día, reflejado en sus ojos estaba él, estaba la misma escencia que cubría a Tadashi y lo hizo recordar porque al inicio no quería estar con Miguel. Porque era igual a Tadashi y recordarlo no hacía más que traerle dolor. Giró sobre sí mismo, dandole la espalda, para no mirarlo, no mirar a Miguel y no mirar a Tadashi, quizás no era para eso, quizás era para que él no lo viera a él y no viera que estaba llorando.

Sintió la mano del contrario en su hombro, tocando con delicadeza, como si supiera lo frágil que era y se rehusó a voltear -¿Fui muy brusco? Lo lamento Hiro, no quería lastimarte, solo jugaba ¿Qué pasó?-.

Su voz era dulce, ¿Cómo puede siquiera empezar a describirla? Miguel siempre sonaba tan lleno de comprensión, como si su corazón fuera capaz de entender todos los sentimientos en todas las formas diferentes de interpretarlas, como la voz de una persona anciana que ha vivido todo, y sabe cómo se sienten los que apenas empiezan la vida, pero Miguel y él tenían la misma edad, pero él ya estaba en el campo laboral y Miguel apenas empezaba la universidad, pero él había visto demasiadas cosas que está seguro de que Miguel aún no empieza a comprender. Pero por algún motivo, siempre sentía que Miguel sabía mucho más de la vida de lo que en realidad mostraba a los demás.

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