Capítulo 4 - Huida (parte 2)

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Capítulo 4 - Huida (parte 2)

Comenzaron a subir. Se sentía un poco de brisa viniendo desde arriba, así que seguramente pronto estarían en el exterior.

Cuando llegaron a la mitad, un cuerpo enorme extraño se estampó volando contra una de las paredes haciendo un ruido enorme y horadándola.

Los tres pararon al instante de ascender. Y al cabo de unos segundos, al ver que el cuerpo no se movía, Hena se acercó.

Mel la siguió, y se quedó horrorizada con lo que vio. El cuerpo extraño era el de una persona, o como mínimo tenía rasgos humanos, pero tenía una altura de casi dos metros, las orejas y la boca (más bien hocico) alargadas como si fueran las de un lobo. En vez de uñas tenía garras muy afiladas, y tenía parte de las manos cubiertas de pelo.

Pero lo peor eran las heridas que tenía en el torso: parecía como si un oso le hubiese desgarrado diagonalmente con sus garras todo el tórax. ¡Se podían ver algunas arterias y el comienzo de algunos órganos!

A Mel le entraron ganas de vomitar, pero como hacía horas que no comía nada, sintió la bilis.

Intentó controlarse y apartó la vista de esa horrible imagen.

Hena hizo todo lo contrario, dio varios pasos en dirección al cuerpo y se acuclilló a su altura.

Rápidamente rebuscó entre la ropa (prácticamente hecha pedazos por los zarpazos recibidos), y sacó dos cuchillos bastante largos.

Se giró, y se acercó a los otros dos.

-Solo tenía esto -giró rápida y hábilemente los dos cuchillos con una sola mano- ¿Queréis? -paró de moverlos y se los ofreció. En sus movimientos se notaban horas de adiestramiento, porque ¿cómo sino era capaz de manejarlos tan bien?

-N...no -tartamudeó Mel, todavía aturdida por la visión de aquel cuerpo. Además, ¿cómo iba a usar un cuchillo para defenderse? No tenía ni idea de cómo manejarlo. Solo tenía una mano libre, y se sentía más segura con el grueso bastón de madera. Si ya le costaba suficiente coordinar sus brazos y piernas con un bastón y con el niño, no quería ni imaginar lo que pasaría si se despistaba un segundo llevando un arma tan afilada. Y, viendo que Hena sabía muy bien lo que hacía con los cuchillos, prefería que ella tuviera las armas, así tendría más posibilidades de defenderles, y, por tanto, de salir de allí con vida.

Porque a esas alturas Mel ya sabía que no era ninguna broma ni ningún juego. Y que realmente estaban en peligro.

-No está muerto, si es eso lo que te preocupa -Mel la miró atónita. ¿Cómo que no estaba muerto? ¿Es que Hena no había visto las heridas tan graves que había sufrido ese cuerpo?- Ya te lo he dicho, son resistentes. Como la mala hierba -dijo lo último cargado de desprecio y asco.

No entendía nada, ¿entonces era verdad que eran otros seres? ¿que no eran imaginaciones suyas? Un movimiento llamó su atención.

¡Aquel cuerpo estaba moviendo una mano!

-Tardará un poco en levantarse -continuó explicándole Hena. Pero Mel seguía sin salir de su asombro.- Y  ¿tú? -preguntó bruscamente al anciano- ¿Quieres un cuchillo?

-¿Un anciano como yo? -dijo con su ya característica ironía y sonrisa torcida- ¿no crees que ya soy un poco mayor para estos jueguecitos?

-Tú mismo -le contestó Hena mientras se enfundaba uno de los cuchillos en la cintura sujetándolo con el cinturón. En una mano llevaba el largo tubo de metal y en la otra el recién cogido cuchillo.

El giro de la profecía, ¿amor o traición?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora