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Capítulo 17 - Decisión
Mel estaba sobrecogida.
Las palabras de Hena la golpearon con fuerza. Durante los primeros segundos se quedó en blanco, rodeada de una sola emoción: estupefacción.
Pero en seguida una tromba de pensamientos la asaltó. Eran tantos y con tanta fuerza que ni siquiera los procesaba. Simplemente se quedó allí, de pie, como si no fuera más que una simple observadora de sí misma.
Quería pensar, tener el control sobre sí misma, pero al mismo tiempo no quería nada de eso. No quería tener que tomar una decisión tan importante. No quería. Pero sabía que debía.
Lo que más le hubiera gustado en ese momento hubiera sido que alguien decidiera por ella, que le dijera lo que debía hacer. En caso de que todo saliera mal, tendría a alguien a quien culpar, no tendría remordimientos. Pero el problema era que todo recaía en ella. La asaltaron las dudas, lo cual fue mucho peor que cualquier sentimiento o afirmación.
Las dudas no tenían compasión, se echaban sobre ella y la carcomían. ¿Qué debía hacer? ¿Qué ocurriría si...? ¿Y si se negaba? ¿Cómo sería capaz de vivir con ello el resto de su vida?
Dudas y más dudas. Y como no, acompañadas siempre del miedo, del terror.
Ni por un momento se le pasó por la cabeza dudar de lo que Hena le había dicho, sabía que era verdad. No solo porque poco a poco la iba conociendo y sabía que no entraba en su forma de ser el mentir ni bromear con tema serios, sino que ella, que nunca perdía el control ni de una de sus pestañas, estaba ahora inquieta y nerviosa.
Sin darse cuenta, Hena la acompañó a uno de aquellos saloncitos en los que ya estaban esperándolas Elías y Lucía.
En cuanto entraron la bombardearon a preguntas, ideas, sus opiniones,... Hena les ordenó callar un momento, a esperar a que al menos Mel se sentara.
A partir de entonces las horas pasaron rápidamente.
Mel les escuchaba, o eso parecía, pero seguía ensimismada en sus pensamientos, sus dudas,... Asentía a eso y aquello sin prestar atención. No era que no le importara lo que dijeran, sino que ella ya estaba lo suficiente abrumada como para hacer caso a todo aquello.
Hena debió de darse cuenta, porque dijo:
-Creo que deberíamos irnos a la cama, ya es tarde. Y probablemente Mel estará cansada y tendrá ganas de irse a dormir.
Elías y Lucía comprendieron, y al cabo de unos pocos minutos se despidieron y se fueron. No sin antes darle ánimos y dejarle claro que allí estaban para lo que quisiera o necesitara.
Finalmente se quedaron Mel y Hena a solas, en silencio.
De pronto, entre todo aquel batiburrillo de pensamientos en que se había convertido su cabeza, una idea asomó y tomó fuerza. Mel se levantó en seguida, de golpe. No iba a perder ni un segundo. ¿Cómo no se le había ocurrido antes?
Hena se interpuso ante la puerta, extrañada.
-¿Qué pretendes? -la miró con suspicacia.
Mel le contó en pocas palabras lo que pretendía. Hena le preguntó si podía acompañarla y ella asintió, no quería perder más tiempo.
Casi corriendo, pasaron por los pasillos que llevaban a su habitación. Abrió la puerta de golpe y se dirigió a uno de los cajones. Allí había guardado el móvil. El móvil que le había dado Nydia para ponerse en contacto con ella en caso de apuro, y aquello lo era. Necesitaba saber qué significaba todo aquello.
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El giro de la profecía, ¿amor o traición?
VampiriDesde pequeña Hena ha sido entrenada para defenderse y, sobre todo, para odiar a esos seres que habitan en la oscuridad. Ella forma parte de una profecía milenaria incompleta, de la cual no sabe nada. ni siquiera su existencia. El día que conoce a...