Capítulo 8 - Odio y... ¿pasión?

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Capítulo 8 - Odio y... ¿pasión?

Adam.

El culpable de todo. O al menos eso parecía por su actitud anterior.

Llevaba días encerrada, esperando volver a encontrarse con él para... No sabía qué exactamente. Estaba hecha un lío. No sabía si quería gritarle, enfadarse con él o hablar con él. Parecía una locura, lo sabía, y precisamente por eso quería quitarse eso último de la cabeza. Quería sacárselo a ÉL de su cabeza.

Lo único que tenía que ver con Adam era odio. O al menos casi todo.

Y por mucho que una pequeñísima parte de ella se resistiera, cada día que pasaba encerrada, cada segundo que recordaba que estaba allí atrapada por su culpa alimentaban su rabia hacia él.

Pero en cuanto él entró, todo se le fue de la cabeza.

Lógicamente no le esperaba. Después de haber pensado tanto en él, en cuanto le odiaba y  pensar lo que le diría si volvía a verle, se quedó en blanco.

Estaba estirada en la cama mirando al techo cuando se había abierto la puerta. Se había erguido para recibir al chico de costumbre con un simple gesto (sabía que no le respondería), pero en cuanto vio a Adam se quedó helada. Ni siquiera le dio tiempo a levantar la mano que la puerta ya estaba cerrada y él dentro.

Duranto unos segundos se quedaron en silencio, mirándose mutuamente y analizándose.

Ella estaba petrificada, todavía asimilando su presencia.

Él la miró de arriba a abajo lentamente, tomándose su tiempo. Estaba guapo, no, guapísimo. En cuanto lo pensó le entraron ganas de pegarse a sí misma para despertar y dejar de pensar así. No debía cogerle apego de ningún tipo. ¿Estaba desarrollando el síndrome de Estocolmo? No, demasiado rápido ¿no?

Debía pensar con claridad y dejar de ser estúpida, ese era el peor momento para serlo.

Después de unos segundos más, él rompió el silencio.

-¿Necesitas algo? -le preguntó en un tono neutro.

Ella se sorprendió, aunque rápidamente lo disimuló bajo una capa de indiferencia.

No contestó enseguida, no sabía qué responder. ¿Se estaba burlando de ella? ¿La tenía allí secuestrada y se permitía hacer esa pregunta? ¿Era sarcasmo o era estúpido? ¿Lo decía en serio?

-Salir de aquí -contestó firmemente y con convicción.

-Eso no va a poder ser -dijo simplemente él un poco molesto.

-¿Por qué no? Me acabas de preguntar si necesitaba algo, pues eso es lo que necesito -la rabia empezaba a subir y a extenderse poco a poco por su cuerpo como si fuese veneno. Lo inundaba todo, pero muy lentamente. Y curiosamente le dejaba la cabeza fría para pensar, planear, maquinar y sacarle a él de sus casillas. Si eso era lo único que podía hacer, lo iba a disfrutar. Pero él también parecía sereno.

Ella iba a enfrentarse a él. Sabía que era peligroso, pero no le iba a dejar pasar por encima de ella, de su orgullo y su dignidad.

Tantos días pensando habían alimentado sus ganas de venganza, y ese era el momento para poner sus capacidades en práctica.

Él no contestó, simplemente continuó observándola.

-Llevo aquí días, encerrada y prisionera por tu culpa -él continuó impasible. Así que era verdad, era él. Era el culpable- Ni siquiera sé quién eres o qué quieres. No he hecho nada para merecer esto, soy inocente. Ya no sé ni cuantos días llevo aquí metida, sin saber nada, sin saber si están bien. ¿Y todo por qué? ¿Por haber tenido la mala suerte de cruzarme en tu camino? No...

El giro de la profecía, ¿amor o traición?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora