Capítulo 23 - Dolor y cama compartida

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Capítulo 23 - Dolor y cama compartida

Volvió a disculparse, agachó la cabeza y sonrió levemente. Después siguió avanzando.

Seguir avanzando era lo más importante de aquella acción. Ya lo había hecho varias veces ese día y no le gustaba nada. Era vergonzoso.

Sí, se había equivocado, pero tener que pedir disculpas a esos seres era... respiró hondo. Trató de calmarse y dejar la mente lo más en blanco que pudo.

Al despertar se había encontrado en una habitación toda de color blanco con varias camas y cortinas entre ellas. Estaba estirada en una de las camas blancas, la más cercana a una ventana por la cual entraba bastante luz, cubierta con sábanas del mismo color. Se había llevado una mano a la frente sorprendida por un agudo dolor de cabeza que le perforaba el cráneo.

Cerró los ojos unos segundos y cuando los abrió intentó sentarse.

Se mareó y no lo consiguió.

Volvió a intentarlo, y esa vez, cuando estaba a punto de volver a fallar en su intento, alguien la agarró del brazo y la ayudó.

Mel giró rápidamente la cabeza en esa dirección. Allí estaba Adam.

Estaba sorprendida, aunque probablemente no debería -pensó.- Siempre que ocurre algo, él está ahí. Como si lo único que quisiera fuera fastidiarme.

Miró elocuentemente su mano, aquella que le agarraba el brazo, con un mensaje claro: Aparta y deja de tocarme.

Adam debió captarlo, ya que se apartó y se recostó en la silla de plástico gris sobre la que estaba recostado, al lado de su cama.

-¿Qué pasa? -preguntó Mel. No le gustaba cómo la estaba mirando.

-¿No recuerdas nada?

Sí que recordaba, y quería saber qué había sucedido desde aquel momento. Pero al mismo tiempo no quería preguntar. Y menos a él.

-¿Dónde estamos? -tenía curiosidad por saber, al mismo tiempo que quería desviar el tema de conversación.

-En la enfermería. Te traje aquí cuando vi que no conseguía que despertaras.

¿Enfermería? ¿En serio? ¿En aquel lugar? Le entraron ganas de reír, pero disimuló. Eso sí, se le escapó una sonrisa.

-¿Te parece gracioso? -preguntó él incrédulo.

-Un poco -dijo conteniendo la risa. Su cara de pasmado era lo mejor.

-Explícate -ordenó muy serio.

¿Qué se suponía que debía explicar? ¿El porqué de su risa? Si se lo contaba parecería estúpida... inventó un motivo rápidamente.

-Estoy satisfecha. Claro que no conseguiste despertarme. Al fin y al cabo logré lo que me proponía: quedarme inconsciente -la verdad era que en el fondo también se alegraba de aquello. Era un gran logro, y se lo debía a sus nuevas habilidades. Y además lo había logrado a la primera, sin practicar.

-¿Satisfecha? -su cara pasó de la confusión al enfado.- ¿Tú sabes lo angustiado que he estado? ¡Jamás me había preocupado tanto por nada! ¿Y tú te despiertas como si no ocurriese nada y estás "satisfecha"? -realmente estaba enfadándose más y más. Mel no se había propuesto cabrearle, pero verle dejar atrás su cara de impasibilidad valía la pena. Y más si era de enfado y ella era la culpable. ¿Que había sufrido? Ja. Y aunque así fuera, mejor. Que sufriera.

El giro de la profecía, ¿amor o traición?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora