Capítulo 03

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Chica desconfiada
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Lo primero que veo al despertarme es la habitación blanca y negra. Es tan elegante como minimalista. Trago saliva.
Sin duda alguna no estoy con él pero no sé a que deba enfrentarme ahora.

Mi mente proyecta todo lo que pasó de una manera alarmante.

El vestido.

El maquillaje.

La estúpida fiesta.

Las sonrisas.

El momento perfecto para huir.

Él persiguiendome.

Mi cuerpo llenarse de rasguños mientras corría.

- Oh vaya - una señora de mediana edad se queda estática al verme. Tal vez esté muy mal. Forma una rara sonrisa nerviosa. - Creo que debería llamar al joven - se retira rápidamente de la habitación y después regresa - ¿Cómo estás linda? ¿Te duele algo? - me ve con cariño y la veo con desconfianza.

- ¿Que hago aquí? - ignoro sus preguntas y ella baja por un momento la mirada.

- El joven la trajo aquí - responde - Estaba muy herida y se ofreció a darle hospedaje en lo que usted despertara. - me pongo de pie sintiendo el mundo dar vueltas bajos mis pies. Lo ignoro al igual que mis piernas flaqueantes.

- Pues puede decirle al joven que ya se acabó su momento de caridad y que me largo - Uso mi habilidad de rapidez, recién descubierta, para llegar a la puerta en unos segundos. Náuseas se asientan en mi estómago. Mi cuerpo choca con un pecho duro. Levanto la mirada y veo de que se trata de un pelinegro bronceado. Una de su mano está sosteniendome mientras la otra baja a mi culo.
Me alejo de él un paso y levanto mi mano estampandola en su mejilla.

- ¿No te enseñaron a respetar a una mujer? - espeto y él parece realmente sorprendido. Paso por su lado sintiéndome ofendida y cuando bajo las escaleras mi visión se distorsiona.
Escucho voces pero no distingo qué.
Bajo los escalones lentamente mientras siento mis piernas flaquear. Mis párpados pesan y cuando estoy a punto de llegar abajo mis piernas fallan y unos brazos me rodean. Mi cabeza es amortiguada por un pecho firme y aroma masculino.

[... ]

Mi pecho pesa y el dolor en mi espalda se hace intenso. Hago una mueca. Unas voces se hacen presentes.

- ¡Oigan! ¡Ya despertó! - mis ojos caen sobre un rubio ruloso y con mejillas rosadas. Me mira con interés y precaución. Después por el rabillo del ojo izquierdo capto movimiento y veo al mismo tipo que me tocó el trasero, le frunzo el ceño acomodandome. Estoy en un sofá cama. Y después veo a un tipo rubio también algo ruloso a lado mío observándome fijamente. Sus tatuajes en su pecho fue lo primero que llamó mi atención. Se asoma entre esa camisa despreocupada, la cabeza de una serpiente y su cola, al igual que una araña, un símbolo y una especie de alas, supongo. Detallo como está vestido: camisa blanca arremangada hasta los codos mostrando anillos plateados en sus dedos, un reloj carísimo y pulseras que lo hacen ver entre peligroso y elegante. Su cuello es acompañado de collares finos y un dije colgando de una cruz. Además posee un manzana de Adán ni tan pronunciada pero ni tan inexistente, para mi es perfecta. Sus labios son carnosos y rosados. Que envidia. Su mandíbula marcada y con una leve barba de días. Su nariz respingada y decorada con un arito fino plateado. Sus ojos grises oscurecidos y mirándome fijamente. Trago saliva y desvío mi mirada de él, haciendo como si no me lo comí con la mirada.

Los cuatro pares de ojos siguen mirándome en silencio.

- Gracias por cuidarme pero... - trato de levantarme pero si no fuera por el ruloso sonrojado me hubiera caído de bruces en la mesita de cristal.

- Estás demasiado débil - la voz profunda y ronca del rubio con tatuajes y arito provoca estragos en mi y me siento ante su autoritaria mirada.

- Te dejaremos ir cuando estés recuperada - añade el pelinegro que tiene un poco rosada su mejilla golpeada. Lo veo con rencor.

La verdad es que...

No tengo las de perder.

No tengo familia ni nadie esperándome en casa excepto él que tal vez esté como loco buscándome. No quiero volver así que prefiero estar alerta aquí a volver con ese tipo.

No pronuncio nada y la señora aparece ante mi con una bandeja de comida. La veo desconfiada. Por lo regular siempre le ponían algo a mi comida y terminaba siendo usada. Envío los recuerdos al olvido y trago comida. Observo fijamente la comida apetitosa. Consiste en un trozo de carne que huele muy bien y verdura a su alrededor al igual que un vaso de jugo.

- ¿No te gusta? - pregunta el rubio ruloso. Lo observo. Así que lo suelto.

- ¿Tiene algo? - frunce sus cejas

- Pues ¿especias? - pregunta confundido - ¿Porqué preguntas eso?

- Me refiero a que si tiene drogas - Hago a un lado la bandeja tratando de ignorar las llamas de lo hambrienta que estoy. Su cara parece como si le hubiera contado un chiste.

- ¿Porqué le pondríamos droga? - sonríe nervioso. Mis intestinos anhelan alimento así que veo dudosa el plato apetitoso en mi regazo.

- Te aseguro que no tiene nada que pueda causarte daño - habla el tatuado mirándome con algo raro en sus ojos. - Puedes comer tranquila - y se va. Su caminar es lo último que veo antes de que desaparezca, por lo que supongo, la cocina. Mis ojos caen en el plato de nuevo y decido confiar.

Termino el plato y soy incapaz de pedir otro por vergüenza. Porque en realidad pasé tiempo sin comer adecuadamente. Me aferro a los cojines en mis manos y la señora, que ahora sé que se llama Selene, me mira como si leyera mi mente.

- ¿No quieres más? - veo a los dos chicos que me miran con atención. Asiento sintiendo mis mejillas calentarse. Ella sonríe y se lleva la bandeja hacia la cocina. Mis ojos caen en los ojos oscuros del chico que abofetee, sonríe de lado.

- Soy Damien - se presenta. - ¿Y tú? - lo ignoro y me fijo en el ruloso que se sonroja.

- Me llamo Hale ¿y tú, chica desconfiada? - sonrío un poco por lo último. Podría darles uno falso pero... Ya no tengo nada que perder. Mi hermana era lo último que me quedaba y ese infeliz acabó con si vida.

- Blair - Murmuro no muy segura y él sonríe mostrando sus hoyuelos.

- Bien, Blair, es momento de que nos expliques que hacías en las afueras de nuestra manada - Esa voz que me pone los vellos de punta, aparece. El tatuado me observa serio y tiene cara de matón. No puedo negar que su voz con mi nombre sonó bien.

- Ella está débil - Murmura Selene. - Dejémosle un poco de espacio, joven.

- No sabía que estaba en su manada - Selene me entrega la bandeja ahora con más comida y mi estómago ruge.

- Dígame por qué llegó a esa situación - su voz fría de repente me estaba haciendo hervir la sangre.

- No es de su incumbencia - espeto molesta por su estúpido rostro impasible. No me gusta la forma en que me ve.

- Claro que lo es - se acerca amenazante hacia mi y contengo la respiración - Está en mi territorio y puedo hacer lo que yo quiera - sus ojos se tornan rojos por unos segundos y sus colmillos se asoman también. - Y lo que quiero hacer ahora es saber por qué una chica llega corriendo a mi manada mientras se convierte en demonio. Y el por qué su sangre es pura


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