Capítulo 20

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      Pasó casi un mes desde que Miguel se armó de valor y decidió ir a cuidar de su padre y su hermana. Él dice que me admira, pero yo lo admiro a él, porque a pesar de todo lo que su padre permitió que sufra, sigue estando a su lado.

      Aunque yo le aconsejé que lo hiciera, creo que en su lugar, tampoco lo hubiera hecho. Mi corazón es orgulloso y le es muy difícil acceder, más cuando se trata de obedecer o hacer algo que incluya perdonar. A veces, soy muy rencoroso. No digo que no perdono nunca, pero si me lleva mucho tiempo hacerlo.

      Desde que Miguel dejó de ser mi asistente, tuve que volver a hacer todo lo que él hacía por mí. Pensé que iba a ser fácil, pero no. Me costó muchísimo, me cansaba fácilmente, olvidaba cosas, fechas, papeles... no podía yo sólo, me hacía falta Miguel. Ya me había acostumbrado a que él hacía todo por mí.

      Cuando Jade volvió a casa, Juan la llevó un fin de semana a la costa con Benjamín y Nina. Obviamente ella estaba feliz de que su abuelo -que no lo era-,  volvió a tratarla como una princesa, como lo hacía antes. Nina, ya no frecuentaba el edificio, por miedo de que vuelva a pasar lo de Marco, como aquella vez. Trataba de no aparecer por ahí, a menos que sea muy necesario -cuando despedía a alguien-. En fin, todo estaba tranquilo, pero se notaba la ausencia de mi asistente. Lo peor, es que no lo podía reemplazar, porque no creo que haya nadie que haga el trabajo como lo hacía él, además, le prometí que no lo haría. En algún momento, él iba a volver y yo sabía que eso iba a llevar tiempo, estaba consciente cuando tomé la decisión. Claro que lo ayudé con dinero, le seguimos pagando su sueldo como si estuviera trabajando, ese acuerdo hicimos con Juan.

      Llevaba a Jade al jardín y volvía a la oficina. Cuando llegaba la hora, iba a buscar a Jade, y volvía con ella al edificio. Nos quedábamos toda la tarde ahí encerrados, hasta la hora de salida. Muchas veces, tuvimos que quedarnos tres o cuatro horas más, porque no llegaba con todo. Ella se quedaba dormida en el sillón y cuando llegaba a casa se acostaba en su cama a dormir, sin cenar. Las producciones eran muchas más, los inversionistas insistían en invertir más, las reuniones eran más seguidas y Jade, llegaba un punto que se ponía molesta y lloraba.

      La empresa crecía sin parar, eso era bueno, pero el estrés que venía cargando, era demasiado. Dormía mucho menos de lo que venía durmiendo y de lo que una persona normal puede o debería dormir, mis ojeras eran notorias desde lejos.

      Varias veces me quedé dormido sobre mi escritorio cuando Jade estaba en el jardín.

      Era tanto, que en varias ocasiones me arrepentía de la decisión que tomé con respecto a Miguel. Luego, reaccionaba y me daba cuenta que no  me quedaba otra que esforzarme un poco más. Sólo un poco más. Ya iba a llegar el momento en que él iba a volver y todo regresaría a la normalidad.

      Sólo un poco más, pensaba, dándome ánimos a mí mismo.

      Con la ausencia de Miguel y de Nina en la empresa, todo era aburrido y hasta melancólico. No me di cuenta de lo importantes que eran hasta que me quedé solo.

      El silencio invadía, día a día, el espacio de la oficina por completo. Esto, llegaba a hacerme sentir vacío ya que ni Juan aparecía seguido por ahí. Era como que poco a poco, las personas que eran parte de mi rutina, iban desapareciendo.

      De pronto, comencé a sentir una molestia en el pecho, y algo de incomodidad. Esa melancolía que sentía me hizo recordar la muerte de Yuri. El día que ella partió de este mundo, me sentí vacío y triste, exactamente como me estaba sintiendo en esos momentos.

      Tampoco veía seguido a Blas y los demás, por falta de tiempo. En cierto modo, tenía miedo de perderlos, también.

      Todos los días parecían ser grises.

~Sueños y Destinos (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora