EXTRA: Gemma y Blas (5/5)

72 46 14
                                    

Pero... aunque, los amaba y parecía todo perfecto en nuestra relación, hubo un tiempo que mi matrimonio casi se termina, por un descuido mío.

Fue cuando Adam tenía seis años, más o menos. Yo casi no pasaba tiempo en casa, porque eran cinco empresas de las que me tenía que hacer cargo, sin contar la que le encargué a Máximo, pero estaba todo bien. El problema empezó cuando hubo una renuncia en una de las primeras empresas que fundó Roberto, ésta era la más antigua y menos conocida.

Estaba todo bien organizado, pero desde que renunció el hombre que estaba como encargado, todo se complicó y tuve que ir yo.

Me levanté y fui hasta allá bien temprano, porque era bastante lejos. Al llegar, entró David primero y yo lo seguí ya que él conocía el lugar. Cuando salimos del ascensor en el piso donde se encontraba la oficina, todos se dieron vuelta a mirarme sorprendidos, porque todos esperaban a Máximo, no a mí.

Yo miraba hacia el piso mientras lo escuchaba, caminando detrás de él.

—Este hombre fue el encargado por muchos años, pero como ya era mayor, no podía seguir. Aunque su trabajo lo hacía excelente.

—Bueno. Y ahora, ¿qué hacemos?

—Señor, si no conseguimos a alguien que se encargue de esta empresa como lo hacía él, va a tener que hacerlo usted mismo... —contestó, abriendo la puerta de la oficina.

Se hizo a un lado para que yo entrara.

—Está bien... —dije, en voz baja.

Entré, me saqué el blazer y me senté.

—Necesito que me traigas los expedientes de todos los empleados... —le pedí, arremangado mi camisa.

—Si, señor... ya se los traigo.

David salió de la oficina.

Unos minutos después, me encontraba leyendo unos papeles cuando entró una mujer con una taza de café en las manos.

—Buenos días, Máximo —dijo, prestando atención a la taza para que no se volcara. Yo la miré—. Qué bueno que volviste... —agregó, con un tono seductor mientras acomodaba la taza— te extrañé mucho, ¿sabías? —se apoyó en el escritorio y me miró por unos segundos—. ¡Ay, vos no sos Máximo! —exclamó, levantándose rápido.

—No, que yo sepa...

—¿Y, Máximo? ¿No iba a hacerse cargo él de las empresas, cuando Roberto no esté?

—¿Perdón? ¿Acaso, es de tu incumbencia? —pregunté.

—No, pero... —dijo, algo nerviosa. Justo entró David.

—Señor, están remodelando la oficina donde estaban los expedientes, acá le traje los que encontré. Cuando encuentre los demás, se los traigo lo más rápido que pueda... —poniendo los expedientes sobre el escritorio.

—Bueno David, te los encargo... —dije, apoyándome en el respaldo de la silla, girando levemente hacia un costado— ¿quién es ella? —pregunté.

—Ah, señor, ella es Jesica, la secretaria de este lugar... —contestó. Luego, la miró a Jesica— Él es el señor, Blas Guimory. Es el hijo menor del señor Quit —ella me miró sorprendida.

—¡Ay, perdón por hablarle así, señor! Es un gusto... —dijo apenada, extendiendo su brazo hacia mí para darme la mano.

Su forma de hablar y su sonrisa cambiaron, totalmente. Tengo que admitir que su sonrisa era muy linda.

Me levanté y le agarré la mano.

—No hay problema. El gusto es mío, Jesica —dije y le sonreí de lado.

~Sueños y Destinos (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora