13. DÍA. Xylsqig

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Cuando terminó la jornada laboral, Alcor estaba reventada. Nunca se habría imaginado que trabajar todo el día de pie sería tan cansado. Además, tenía prohibido, bajo pena de reducción del sueldo, descansar la espalda contra la pared. En fin, ese era el precio que tenía que pagar por su rebeldía.
Antes de salir, se echó la crema solar en el lavabo. Por la mañana ya había salido sin protección y no quería volver a arriesgarse.
Se preguntaba qué habría estado haciendo DC4. Quizás no había sido prudente dejar a un robot tan peculiar en la casa. Y menos conectándose a Estigia desde su red.
A toda prisa caminó hasta la parada del autobús. Como siempre, el sistema de sincronización funcionó de forma bastante decente y solo tuvo que esperar un minuto.
El interior estaba lleno y le tocó ir de pie.
Sacó su terminal y aprovechó el trayecto para comprar algunas cosas para la cena. Le apetecían berenjenas a la parmesana. Era un plato sencillo que sabía hacer a la perfección.
Mientras escribía, la luz del sol se reflejaba en el cristal de la pantalla del móvil.
Decidió subir por las escaleras hasta su piso. Muchas veces le pasaba. Después de la jornada laboral, no quería ver un ascensor ni en pintura.
Cuando llegó a su puerta, se encontró en el cajón de las compras con el pedido que había realizado. Cogió la bolsa de papel con el logo del supermercado y acercó su ojo a la puerta para el escáner de Iris. Esta se abrió con un clac seco.
Alcor empujó la puerta y penetró en su domicilio. En el recibidor la esperaba DC4. De golpe, todos sus problemas se materializaron en forma de una metafórica mano. Los cinco dedos le dieron una callada bofetada de realidad.
Alcor suspiró.
―¿Cómo ha ido el día? ―le preguntó el robot.
―Bien, supongo ―respondió Alcor―. Aunque tengo un hambre de mil demonios.
―Oh ―murmuró DC4―, por desgracia, no está entre mis funciones la de saber cocinar.
―No te preocupes ―dijo Alcor―, a mí me encanta. Espérame en la cocina ―añadió, pasándole la bolsa de la compra.
―Muy bien ―dijo el robot―. Agarró el paquete y se alejó andando de una forma muy graciosa.
Alcor fue al baño y después de hacer pipí y ponerse un chándal, fue a la cocina.
El robot había vaciado el contenido de la bolsa y lo había puesto en la encimera. La esperaba sentada en una de las sillas.
Alcor sacó las berenjenas, la mozzarella, el parmesano y la salsa de tomate. Lo primero que hizo fue cortar las berenjenas y ponerlas en sal para quitarles el amargor. Luego preparó los ingredientes para tenerlos a punto. Como tocaba esperar un buen rato decidió abrirse una botella de vino blanco. Se sirvió una copa y se sentó delante de DC4. A través del cristal observó el líquido dorado y pensó que era luz fluida. Dio un trago. Dulzura y la acidez en perfecta combinación. No tenía ni idea de lo que costaba esa botella, pero sí que sabía que la había birlado de la nevera secreta de su padre.
Dio otro trago.
El líquido descendió por su faringe hasta el estómago. Pronto empezaría a notar los efectos relajantes.
Alcor miró a DC4.
―Y bien ―le preguntó―, entonces, ¿qué has averiguado?
Los ojos del robot brillaron por un instante.
―Algunas cosas interesantes. No tengo muy claro todavía que es el éter digital, pero poseo la dirección de una persona que quizás nos pueda ayudar a entenderlo o a entender dónde lo podemos encontrar.
―¿Una dirección? ¿Qué quieres decir? ¿La dirección de una persona en concreto?
El robot asintió.
―¿Y quién es esa persona?
―Se dedica a la reparación de componentes robóticos. Vive a las afueras.
Alcor se mordió el labio.
―Entiendo que su negocio es clandestino.
―Afirmativo.
―¿Sabes lo que implica eso?
―Hasta la última consecuencia.
―¿Y qué es lo que te hace pensar que esa persona puede ayudarnos?
―He intercambiado algunos mensajes con él. Si no me equivoco, podría ser uno de los dos creadores del éter digital.
―También podría ser un farsante.
―Sí. ―El robot hizo una pausa para procesar―. Pero puede que Xylsqig nos dé alguna pista.
―¿Xylsqig? ¿Qué diablos es eso?
―El nombre en clave con el que se me ha dado a conocer.
―Xylsqig ―murmuró Alcor mientras apuraba el vino de su copa.
―Oye y esto del éter digital, ¿puede que sea algo peligroso?
―Para un humano podría ser potencialmente peligroso, en el sentido de que podría tener algún poder o contener algún tipo de información que lo pusiera todo en riesgo. Pero no estoy seguro de eso.
―Pixie ―dijo Alcor―. Pon música relajante.
Enseguida el sonido de un dulce piano empezó a rebotar por las paredes de la cocina.
Alcor necesitaba relajarse, desconectar. Había sido un día de trabajo agotador. Todo esto le venía demasiado grande.
Cuando las berenjenas ya estaban preparadas, las limpió y las secó. Luego las pasó por la sartén. Llenó una fuente de cristal de tomate. Encima puso una capa de berenjenas, mozzarella y parmesano, luego otra capa de berenjenas; para acabar más mozzarella y parmesano. Cuando lo tuvo listo, abrió el horno. Este engulló la fuente como la boca abierta de un gigante.
Media hora después ya podía degustar el plato. Alcor se sirvió otra copa de vino bajo la atenta mirada del robot. DC4 fue muy respetuoso y la dejó comer en silencio.
―Mañana es sábado ―dijo el robot cuando Alcor ya había terminado.
―¿Y?
―Podría concertar una cita con Xylsqig.
―¿Crees que aceptará vernos así sin más?
―Creo que sí. Hay algo en mi protocolo de identificación que le ha dado confianza. Quizás mi antiguo amo se aseguró de dejar una pista que pudiera abrir alguna puerta.
―Eso o vamos a acercarnos a un desalmado y vamos a acabar en la cárcel.
―Sí, también entra en las posibilidades. Podría ser que me equivocara y que estuviéramos yendo hacia un callejón sin salida. ―DC4 hizo una pausa―. ¿Qué eliges?
―Está bien ―dijo Alcor entornando los ojos―, concierta esa cita. 

Bajo un cielo artificialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora