36. En marcha

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Se tomaron la tarde de descanso.

Al anochecer, Haldeck convocó a Mizar y Alcor para una reunión final antes de la misión. Se encontraron en el interior de la cabaña. Haldeck desplegó un mapa del área sobre la mesa. Lo había dibujado DC4 con un antiguo bolígrafo de tinta. Tenía tal grado de precisión que parecía una impresión láser. Revisaron la ruta de vuelo hasta el objetivo. Gracias a los trajes, podrían acercarse prácticamente hasta la torre sin ser detectados.

DC había marcado dos posibles puntos de aterrizaje. El primero era en la parte superior. El segundo, mucho más arriesgado, a través de una ventana de ventilación de apenas un metro de diámetro.

—¿Pretendes que entremos por ahí? —dijo Mizar.

—Es una posibilidad. DC ha introducido las dos coordenadas en vuestra ruta de vuelo.

El robot torció la cabeza.

—Solo tenéis que seguir la ruta trazada.

—Ya... «Solo».

—¿Pero cuál de las dos? —preguntó Alcor.

—Bueno... —Haldeck dudó—, no sé a qué os tendréis que enfrentar. Puede que sea una entrada limpia, puede que no. Tendréis que decidir sobre la marcha. Si no os detectan, yo me decantaría por la ventanilla de ventilación. La entrada es más difícil, pero ya estaréis dentro. Si aterrizáis en la azotea, luego tendréis que encontrar un punto de entrada, y eso puede ser un problema. Dependerá de lo que os encontréis.

DC iluminó sus ojos.

—Haldeck tiene razón —dijo el robot—, hay demasiadas variables como para trazar un plan fiable. Tendréis que confiar en vuestro instinto.

Mizar y Alcor se miraron.

—De acuerdo —dijo Mizar.

Cuando salió la luna, las chicas salieron al exterior y se equiparon por última vez con las alas de sombra. Señor correteaba a su alrededor, nervioso y excitado a la vez.

Antes de ponerse el casco, Alcor cogió las manos de Mizar.

—Puede ser que no salgamos de esta —dijo.

—Sí...

—Solo quería decirte que, pase lo que pase, no me arrepiento de nada.

—Yo tampoco.

Alcor acercó sus labios hasta que se fundieron con los de Mizar.

Al poco, salió Haldeck con una maleta. El mercenario observó la silueta de las dos amantes recortada por la luz de la luna.

Carraspeó.

—Siento interrumpir un momento tan tierno —dijo, dejando la maleta en el suelo—. Pero tenemos cosas que hacer.

—¿Qué es esto? —preguntó Alcor.

Haldeck se arrodilló y la abrió. Quedaron a la vista dos pistolas y dos cartucheras.

—Pero... —balbuceó Mizar.

—No os asustéis —dijo el mercenario, sacándolas del interior.

—¿Qué es esto? —preguntó Alcor.

—PEPs.

Alcor levantó una ceja.

—Pistolas de energía pulsada —murmuró Mizar.

—Modelo X9 —dijo Haldeck—. Última generación. Son más ligeras y potentes. Funcionan igual que las pistolas del entrenamiento. Solo tenéis que apretar el gatillo y el condensador liberará una descarga de plasma a alta velocidad.

Bajo un cielo artificialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora