— Hermano — el niño corrió hacia Percival sujetando fuertemente su báculo.
La herida del hombre acostado ardía como una rosa de fuego llena de espinas; como consecuencia, tosía sangre.
— Trevor — gimoteó con dolor.
— Tranquilo, buscaré ayuda — se preparó para marcharse.
— Olvídalo, estoy perdido — le agarró del brazo.
— No digas eso — le brotaron pequeñas gotas de lágrimas.
— Escúchame, siempre quise disculparme contigo, no sé si me perdonarás.
— Claro que te perdono, así que por favor, no me dejes.
— Me alegra oír eso — sonrió — soy un desastre natural, igual que Elric. Los dos fuimos sometidos a múltiples experimentos hasta convertirnos en lo que somos: un loco sin control y un hombre que da igual lo que haga, es incapaz de sentir nada.
Tomó una pequeña pausa y volvió a toser sangre.
— Yo amaba a tu madre — retomó — una mujer que me dio un amor incondicional. Siempre iba a su habitación solo para apoyarme en su regazo, desprendía una calidez tan cautivadora. Siempre me comentaba su deseo de llevarte lejos de la mansión, pero nunca encontró la oportunidad. Pero yo tampoco la ayudé en eso, la amaba y te odiaba tanto. Siempre sentí que eras el estorbo entre nosotros.
— ¿Un estorbo? — repitió desconcertado.
— Sí, pero estaba equivocado totalmente. Siempre fuiste la llave. La llave que era capaz de abrir el corazón de tu madre. Yo ansiaba esa llave.
— ¡Cállate, cállate, no hables más, necesitas ayuda urgente! — le agarraba de la camisa — ¡Viejo Tom, ayúdame a cargarlo!
— No quiero — seguía manteniendo los ojos cerrados.
— ¡¿Qué estás diciendo, maldito viejo con demencia?! — le gritó con enfado — ¡¿No ves que va a morir si no hacemos algo?!
— Déjale — volvió a gimotear Percival — está haciendo la parte de su trato.
— ¿Qué trato?
— Él te llevará lejos de aquí.
— Si eso acordamos — intervino el hombre.
— Gracias, Dragón Perezoso Reginald.
— ¿Dragón? — se giró hacia él sorprendido.
— Vamos, ya te dije que solo me llamase Regi — tenía los ojos cerrados.
— Tu título de perezoso te queda anillo al dedo — le contestó mientras tenía los ojos entrecerrados — tengo sueño, creo que voy a descansar un poco.
— Hermano, no cierres los ojos, estate conmigo.
— Qué frío hace — cada vez le pesaban más los párpados.
— Sí, las noches aquí siempre son frías — contestó Reginald.
Percival cerró completamente sus ojos. Trevor sabía qué significaba esto, sabía que su hermano nunca más volvería a abrir los ojos. Lloró con todas sus fuerzas. Unas fuerzas que poco le duraron porque se desplomó en el suelo siendo incapaz de moverse ni siquiera gesticular.
— Parece que te excediste en ese último ataque.
Reginald se levantó del suelo; mientras se desesperaba, se dirigió al niño y lo cargó sobre un hombro como si fuera un saco de patatas. El chico quería gritar para que le bajara, pero era incapaz de moverse.
— Descansa, descansa; nos iremos a un lugar más cómodo.
Los dos se alejaban del cuerpo inmóvil de Percival, atravesaron el oscuro y lúgubre bosque. Apartaba las ramas de los árboles y pisaba suavemente las hojas secas del suelo.
— ¡Suéltame! — gritó Trevor.
— No puedo hacer eso; si te suelto aquí, morirás. Así que ten paciencia, llegaremos a un lugar seguro para dormir.
— ¿Hay algo más en lo que pienses que no sea dormir?
— Comer.
— Da igual, déjalo. No eres serio en nada.
Trevor, a lo lejos, veía cómo su hogar se sumía en llamas y humo. Poco después, una estrella de fuego aparece en el cielo, aterrizando en la mansión, destrozándola y aumentando las llamas.
— ¿Qué ha sido eso? — preguntó Trevor mientras contemplaba cómo el meteorito impactaba contra su casa.
— No lo sé — le contestó mientras apartaba la maleza — pero lo que sí sé es que tendrás que olvidarte de tu antigua vida y mirar hacia adelante.
— Ya lo sé, pero...
— Nada de peros, tengo hambre.
— ¿Y se puede saber a dónde vamos?
— Ya lo sabrás.
Reginald, con un veloz movimiento, lanzó a Trevor por los aires hasta las nubes. Después, rápidamente su cuerpo se transformó en un gran dragón amarillo, con potentes garras y dientes y con una gran cantidad de escamas. Voló hacia el niño que se encontraba en suspensión en el cielo y lo atrapó con su garra enganchada a su camiseta.
— Bueno, esto va a ser un largo viaje, así que tendré que ver si consigo acortar el tiempo volando — dijo con una voz grave e imponente.
Pero no escuchó ninguna respuesta, porque el chico se encontraba inconsciente.
— Mierda, fui demasiado brusco.
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La luz del héroe
ActionSinopsis: Trevor, el hijo menor de la familia Windsor, es reconocido por la gente como el "príncipe de la voz frágil". Debido a su débil condición física y a su voz aguda y melódica como la de una niña, es despreciado por sus hermanos y su padre; la...