Capítulo 14: Quiero ser un padre

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—¡Hey! —empujaba el cuerpo sin vida de la niña.

Ella le respondió con un tosido ensangrentado.

—¿Tú quién demonios eres? —preguntó un hombre que se encontraba en la puerta.

Era un individuo obeso, que vestía ropas bordadas con fina tela y una capa que le llegaba hasta los pies. En sus dos manos llevaba anillos de diamantes y rubíes.

—¡Aléjate de Grisel, maldito engendro! —le miró con asco.

—¿Pero qué has hecho? —preguntó el niño mientras lloraba y tocaba el cuerpo de la niña.

El chico, en un ataque de rabia, invocó a Bob, que se transformó en un bastón mágico.

—¡Trágate esto! —gritó mientras invocaba una bola de fuego.

Se la lanzó al hombre, haciendo que impactara en él y provocara una explosión que destrozó gran parte de la casa.

Una nube de humo y escombros entorpeció la visión.

—¿Crees que me puedes matar con un ataque tan obvio como...? —su voz seguía resonando.

El polvo se iba disipando, permitiendo ver al hombre completamente ileso, sin ningún rasguño o siquiera suciedad.

—¿Cómo es eso posible? —asustado, el niño procedió a intentar lanzar otro hechizo.

—Tonto, ¿crees que te dejaré...? —extendió su mano, lanzando así una lluvia de lanzas de luz.

El pequeño se quedó petrificado, viendo cómo las lanzas se acercaban más y más, hasta quedar a centímetros de su cara.

—¡Aparta, niño! —la voz de Fil, proveniente de arriba, bajó a toda velocidad, rechazando todas las lanzas con un hacha rojiza y ensangrentada.

—¡Fil! —lloraba el niño.

—¿Quién es este tío? —señalaba la sombría figura del obeso—. Bueno, da igual, lo mataré y me lo comeré —sonrió.

—Uno tras otro aparecen como moscas —murmuraba el hombre.

—¿Hey, qué dices? No te escucho —acercaba su oído Fil.

—¿Así que has hecho un contrato con un demonio solo para recibir esa simple hacha? —esta vez con voz más firme, el hombre sonreía con malicia.

—¿Y a ti qué te importa?

—Es verdad, no es importante. Moriréis de todos modos.

Sin advertencia, el individuo comenzó a segregar una mucosidad grisácea por todo su cuerpo, hasta transformarse en un gigante cubierto de mucosidad, un hombre-babosa gigante. Su cuerpo creció tanto que destrozó aún más la casa, dejándola sin techo. Y desprendía un olor de putrefacción.

—Qué asco —Fil lo miró disgustado.

—Pues sí que da asco —Trevor coincidió con él.

El hombre-babosa levantó una mano y, con un movimiento, barrió y destruyó toda la casa. Fil cargó a Trevor y al cuerpo de la niña, y esquivó el ataque saltando por la ventana, saliendo a la pradera rodeada por árboles y arbustos.

—Quedaos aquí —los dejó a los dos en el suelo.

Con una velocidad feroz, Fil cargó con su hacha contra la monstruosidad. Atacó diferentes zonas como el tobillo, el estómago, un brazo, pero cada secuencia de ataque carecía de eficacia debido a la viscosidad y elasticidad del cuerpo del monstruo.

—Mierda —frustrado, jadeaba.

—¡Niñato de mierda, aléjate de mi hija! —gritó el hombre, lanzando otra lluvia de lanzas de luz.

Fil rápidamente se interpuso, repeliendo las lanzas para que ninguna alcanzara al chico.

—¡Fil!

—Cállate, deja de gritar mi nombre, deja ese cadáver y sal de aquí —repelía las continuas lanzas.

En ese momento, Trevor supo que era un estorbo, que no ayudaba. Sabía que si quería sobrevivir, tenía que dejar de ser impotente y enfrentar el peligro de frente.

—¡Fil, dame algo de tiempo! —le ordenó.

— ¿Pero ahora que quiere hacer este niño? — se preguntó irritado — ¿Mierda gasto energía para nada?

El chico agarró el bastón con ambas manos y comenzó a recitar un hechizo con una velocidad que impedía su entendimiento. Fil lo miró; no sabía lo que estaba haciendo, pero entendía que requería una gran concentración. Mientras tanto, la babosa aumentaba la presión, lanzando cada vez más lanzas de luz.

—¿Aún no has terminado, niño? —preguntaba mientras algunas lanzas ya comenzaban a rozar su cuerpo.

Trevor seguía recitando el hechizo. Hasta que un fragmento de una lanza de luz le rozó la mejilla, y entonces terminó el conjuro.

—Hechizo doble: gran fénix —finalizó.

Dos grandes círculos mágicos, uno azul y otro rojo, se fusionaron, dando lugar a un ave cubierta de fuego y relámpagos.

—¿Qué? ¿Un hechizo doble? —sorprendido, el gigante baboso dejó de atacar y se preparó para defenderse.

Pero era demasiado tarde. El gran ave se dirigió hacia él con una velocidad pasmosa, hasta atravesar su cuerpo, forzándolo a volver a su apariencia humana. El hombre, conmocionado, cayó al suelo, dejando un rastro de sangre donde había caído.

—¡Joder, eso ha sido una puta pasada!

—Gracias —jadeaba.

Un llanto descontrolado del varón tendido en el suelo interrumpió la conversación. Se acercaron y presenciaron su lamentable estado, llorando al borde de la muerte.

—Oh, Melani, sigo esperando a nuestro hijo —lamentó.






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