El hombre encadenado abrió lentamente los ojos y descubrió a un niño junto a él. No hizo nada, solo lo miró inexpresivamente.
-¿Quién demonios eres? -preguntó el hombre.
-Yo soy Trevor.
-Dame de comer -reclamó mientras su estómago rugía.
-¿No crees que no estás en posición de reclamar nada?
-¿Quieres sobrevivir, verdad?
-¿Eh?
-¿Quieres ser más fuerte?
-Pues claro.
-¡Entonces dame algo de comida, maldito conejo! -gritó, mostrando una mueca aterradora.
Rápidamente, el niño, nervioso, sacó migajas de galletas de su bolsillo.
-Toma, sé que no es mucho, pero...
Inmediatamente, el hombre devoró las migajas con violencia y furia, apoyando su cara en las manos de Trevor.
-Esto creo que será suficiente -suspiró después de terminar de comer.
Se levantó del suelo de un salto y comenzó a forcejear con las cadenas, sus músculos se tensaban como si fueran de acero, y las cadenas cedieron poco a poco, hasta que finalmente se rompieron en mil pedazos.
-Increíble -dijo Trevor, boquiabierto.
-Bueno, creo que ya es hora de irme -concluyó el hombre mientras se frotaba los brazos.
-Espera, me prometiste que me ayudarías a sobrevivir -Trevor le agarró la pierna.
-Las promesas son para los débiles, y yo no puedo ser débil -lo apartó.
-¡Mentiroso! ¡Tú no eres fuerte, solo eres un mentiroso! -gritó el niño, furioso.
Por unos instantes, el silencio invadió el ambiente gélido que arrastraba y rozaba la blanca nieve.
-Bueno, creo que ya me voy -dijo Reginald, que los observaba.
-Sí, puedes irte, pero no te vayas muy lejos porque pronto reclamaré tu cabeza.
-Bueno, pues si me buscas, recuerda que me gusta dormir en las praderas y en los matorrales -se despidió mientras se adentraba en la ventisca de nieve.
El niño seguía mirando al hombre.
-Niño, deja de mirarme que estoy desnudo -en ese momento una chispa se prendió en su mente-. Bien, te enseñaré a sobrevivir.
Fil agarró a Trevor de los hombros y le quitó toda su ropa, incluyendo los pantalones en los que se encontraba Bob, dejándolos en el frío suelo.
-¿Pero qué haces? -estornudó el niño.
Lo ignoró. Sus músculos comenzaron a palpitar y a emitir calor que derretía la nieve bajo sus pies. A continuación, lanzó un puñetazo al suelo, provocando un agujero. Cogió el brazo del niño y lo lanzó al hoyo.
El niño no entendía nada, intentaba procesar lo que acababa de ver mientras caía, hasta que su cuerpo chocó contra el suelo y volvió a la realidad.
-¿Por qué me haces esto? -preguntó con cara de incredulidad.
-Es tu prueba. Si me demuestras que puedes sobrevivir durante un mes en ese hoyo, te entrenaré. Te enviaré comida una vez por semana, así que tendrás que racionarla.
-¿Voy a morir de frío si me quedo así sin ropa?
-¿Sabes usar magia, verdad?
-Sí, pero...
-Pues ya está, no llores tanto y haz lo posible para sobrevivir -le dio la espalda y se alejó del hoyo.
-Espera -gritó mientras estornudaba.
Trevor lanzó un hechizo, provocando una llama que se apagó rápidamente por culpa de la nieve.
-¡Qué!
Desesperado, volvió a intentarlo, pero otra vez sin éxito./ Repitió este proceso una y otra vez, hasta que estuvo a punto de perder la conciencia.
-Fil, Fil -llamaba el niño.
Pero nadie contestaba.
-Fil, Fil -volvió a llamarle.
-¿Qué pasa? -preguntó mientras se asomaba al agujero.
-No puedo hacer esto -lloraba Trevor.
-Bien, pues ríndete y muere. Este mundo no necesita a gente que reclama con tan poca convicción.
El chico se secó las lágrimas y lo miró con furia, mientras le caía un moco.
-Bien, bien, haz tu mejor esfuerzo en no morir.
-Fil, ¿mi vida fue un horror sin propósito, sin aceptación y de continua desesperación, solo porque soy débil?
-Sí, exacto -sus ojos se volvían rojos-. Mientras tengas la mentalidad de víctima, siempre serás la víctima incomprendida, es decir, la comida de los depredadores.
El niño agachó la cabeza.
-Y tienes suerte de que no te haya devorado -sonrió-, así que para de quejarte y quédate allí.
-Lo siento, niño, pero morirás pronto y, cuando lo hagas, devoraré tu cuerpo -se lamentó Fil-. Serás mi energía y mis nutrientes que servirán para matar a esos malditos dragones.
Una rabia tan intensa que le hacía morderse el labio hasta sangrarse. Recuerdos que golpeaban la mente de Fil, destruyendo así su humanidad.
Cinco días pasaron y Fil se quedó al lado del hoyo meditando. Pero, por cada hora que pasaba, era incapaz de percibir al niño. Aun sabiendo esto, siguió en su meditación, hasta que un rayo golpeó su mente, llenándolo de culpa, un rayo que le hacía recordar a un niño que tenía la misma edad de Trevor.
-¡Mierda! -gritó y saltó dentro del hoyo.
Lo que se encontró fue una luz, una llama al lado del niño que tiritaba con heridas en diferentes partes de su cuerpo, sentado en el charco de su propia sangre y con los ojos entrecerrados.
-¿Pero qué coño? -se preguntaba mientras lo miraba.
Oyó unos susurros de Trevor. El hombre se acercó.
-Tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte... -susurraba.
-Ha encendido la fogata simplemente usando su piel, este niño -apretó los dientes.
Cargó al escuálido chico y saltó fuera del agujero. Bob, con sigilo, se escondió en el cuerpo del niño. Fil salió corriendo, cargándolo.
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La luz del héroe
ActionSinopsis: Trevor, el hijo menor de la familia Windsor, es reconocido por la gente como el "príncipe de la voz frágil". Debido a su débil condición física y a su voz aguda y melódica como la de una niña, es despreciado por sus hermanos y su padre; la...