Capítulo 25

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La sensación de picor en la nariz fue lo que lo despertó. Su primer instinto fue frotarla para aminorar la picazón, pero sus brazos estaban rodeando un cuerpo cálido. No había sido consiente de su entorno hasta ese momento.

Los suaves cabellos del omega junto a él, eran los responsables de la molestia en su rostro. Estaba acostando entre sus brazos, con la cabeza enterrada en su pecho, los brazos de su esposo rodeaban su cintura, igual que él lo hacía. El día anterior hubiera pensado e imaginado cualquier cosa, pero nunca hubiera pensado que esta mañana se despertaría con Pete entre sus brazos.

No era de dormir de cucharita con nadie, a decir verdad, jamás se había quedado a dormir con una persona, y por obvias razones, su hermano no contaba.

Trato de captar todos los detalles del rostro dormido de su esposo, porque ahora lo era. Estaba consiente de la belleza que Pete poseía, pero al verlo así, le provoco un pequeño corto circuito dentro de su cabeza.

Era hermoso. No había palabras para describir la belleza del omega. Sus largas pestañas, su piel tersa y suave, su cabello brilloso y ni hablar de los dulces y apetitosos labios que tenía. Recordó todas la sensaciones y sentimientos que sintieron el y su lobo al besar al omega en la boda y las ganas de probarlo de nuevo lo volvieron a inundar. No pensó que se le iba a ser tan difícil contenerse, pero ayer había quedado claro que esos días en la isla iban a ser un martirio si tenia que suprimir las ganas de besar esos lindos labios cada vez que quisiera, lo cual era muy seguido.

Jamás en la vida se había sentido de esa manera, su lobo estaba regocijado de orgullo dentro de su pecho al tener al omega entre sus brazos, protegiéndolo. Y él, se sentía de la misma forma. Ya no lo podía negar. Por mas que quisiera. Tenia que admitir que tenia sentimientos por Pete.

No sabía que hacer con ellos, nunca había sentido algo así por nadie. Eran sentimientos nuevos que empezaban a salir de su pecho descontroladamente y no sabía como pararlos. Tampoco quería.

Pero también su cabeza era un revoltijo, por un lado, estaban esos sentimientos nuevos que no sabía cómo manejar, quería seguir a su corazón y dejarse llevar, pero por el otro, estaba Pete y su actitud.

El omega y él no había comenzado de la mejor manera y ni hablar de la forma a la que llegaron al altar, pero en el proceso sucedieron cosas, cosas que lo hicieron sentir lo que estaba sintiendo y que fueron importantes en su relación, porque había podido hacer una amistad o eso consideraba él.

Pero desde la boda Pete había cambiado y no le gustaba su nueva forma de ser. Tan retraído en si mismo y el olor de tristeza y melancolía que ahora era habitual en el, lo preocupaba mucho. El día anterior trato de hacerlo sentir cómodo, lo logro, pero solo por momentos.

En la terraza, cuando lo vio con su libro de zoología, que el pensó se había perdido, sintió esa sensación nueva en su pecho que lo hizo sonreír instintivamente y cuando lo escucho decir ese dato curioso, que el ya conocía, le dieron ganas de solo tomarlo del rostro y besarlo. Pero se tuvo que contener.

Movió su mano libre con un poco de temor de despertarlo y la acerco a su mejilla, quería tocarla, recordaba como se sentía, sentirla de nuevo. Sus dedos ya estaban muy cerca de ella, anhelando tocar esa piel suave, pero el omega empezó a abrir lo ojos y el retiro la mano lentamente.

Vio la mirada de horror en los ojos de Pete y sintió como su pecho se apretaba, era obvio que Pete no sentía lo mismo que él. El omega ahora lo odiaba. Tal vez le hecha la culpa de arruinar su vida. Nadie quiere que lo obliguen a casarse. Y menos Pete, que el sabía, soñaba con ser feliz con alguien a quien en verdad ama.

Y tenia razón al hacerlo. El merecía que todo el mundo lo odiara.

-Buenos días – dijo mientras se levantaba de la cama – será mejor que me valla, si quieres puedes bajar a desayunar en unos minutos.

Amor ObligadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora