Capitulo 1

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Elke meditaba frente al piano. Era de noche y la oscuridad se cernía sobre ella como una bruma que la aislaba del mundo a su alrededor.

Los problemas o tribulaciones que rondaban en su mente, no eran más que pequeñeces para otros como ella, pero en su caso, todo era demasiado.

Elke no era del tipo de chica que se presentaba ante los demás de manera natural y participaba de las actividades sociales. Ella estaba sola y siempre lo había estado, por elección propia, por miedo, por lo que fuera.

—Veo a la gente pasar y a veces siento que me estoy quedando atrás pero... realmente no tengo ganas de formar parte de todo ello — dijo apesadumbrada mientras acariciaba las teclas del piano.

—Eso no está mal, nosotros siempre estaremos contigo— contestó Lena dando vueltas a su alrededor—. Somos amigas ¿o no?

—Si, claro que sí. Pero me entiendes lo que quiero decir, ¿verdad? Llegará el día en que toda esta realidad que me forme, desaparezca y me vea expuesta.

—Si, creo que si.

La luz de la luna se filtraba por las grandes ventanas aportando al ambiente solitario. Elke estaba sola, a excepción de Lena, el fantasma de una chica muerta hacía tiempo. Porque ella veía a los muertos, eran sus únicos amigos.

Necesitaba un momento de paz y reflexión para lidiar con todas las emociones que la rodeaban. Y es que a pesar de todos los amigos fantasmas y contrario a lo que profesaba, se sentía más sola que nunca.

Tocaba con delicadeza el hermoso piano de cola, adornado con intrincados detalles, siempre le había llamado la atención. Sentía una conexión instantánea con el instrumento. El piano constantemente había sido su refugio, su escape del mundo, y en ese momento sentía una fuerte necesidad de expresar sus sentimientos a través de la música.

Dejó que sus dedos tocaran suavemente las teclas. Comenzó con una melodía suave y triste, reflejando la carga que llevaba sobre sus hombros. Cada nota era una expresión de soledad y de sus deseos de libertad. Libertad para hacer lo que quisiera a pesar de las ataduras sociales. Soñaba muchas veces con recorrer el mundo. El Dotmi era extenso y aún había mucho más allá. Lo sabía porque había estudiado los mapas mientras su padre estaba ausente.

La música se intensificó, y Elke se sumergió por completo en su interpretación. Las emociones fluían a través de sus dedos, liberándose en el aire. Cada nota parecía sanar una parte de su alma, permitiéndole encontrar fuerza en medio del caos que la rodeaba.

Demasiadas expectativas, demasiada presión. Ojalá todo fuera más simple, pensó.

Mientras tocaba, la música resonaba por todo el palacio, llegando a oídos de algunos guardias y sirvientes que se detuvieron a escuchar en silencio, cautivados por la belleza de su interpretación. No tenía idea de que otros la escuchaban; estaba completamente absorta en su música. Cada nota era como un bálsamo para su alma, y a través de la música, se sentía conectada con algo más grande que ella misma.

Tal vez un día todo cambie para mi. Quiero vivir, vivir de verdad.

Cuando finalmente terminó, Elke se sintió en paz. Había expresado sus sentimientos más profundos y liberado la tensión que había estado acumulando dentro de ella. No sabía que su música había dejado una impresión similar en aquellos que la escucharon. La música era un escape pero también una distracción, por algunos momentos dejaba de sentir y viajaba a una realidad donde era ella quién establecía las reglas. Y nadie podía decirle qué hacer.

—Estoy a la altura de lo que esperan de mí. Lo sé, podría hacer todo eso que quieren que haga. Pero no me apetece hacerlo y siento que no puedo respirar de solo pensarlo—tomó aire—. Desearía ser otra persona, alguien común sin toda esta pompa y tonterías.

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