Capítulo 6

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A la mañana siguiente, la casa era un completo caos. Criados iban y venían desmantelando la habitación de Elke. Dos de ellos bajaban un enorme baúl por las escaleras mientras que otros dos terminaban de cerrar un segundo.

No puedo creer que toda mi vida quepa ahí. Voy a extrañar este lugar, pensó melancólica. Toda la vida tratando de salir y ahora solo puedo pensar en quedarme.

Anna terminaba de ponerle el abrigo y se despedía del sitio donde había crecido. Ahora tocaba vivir en el palacio real, un lugar que le cambiaría la vida y donde viviría el resto de su vida. Eso sonaba a demasiado. Toda la vida en un solo lugar, no es lo que había imaginado para mí. No es que amara la idea de mudarse constantemente, pero un solo lugar le parecía demasiado definitivo.

—Señorita Elke— Anna la tomó de las manos—. Qué honor. Al fin se la va a reconocer, una hermosa princesa— de sus ojos se escapaban unas lágrimas.

—Anna, no es para tanto— intentó desestimarla.

—No, no. Es para mucho, todos sabíamos que se le concedería el honor. Estábamos esperando la confirmación.

—Gracias Anna, pero ya sabes lo que pienso. Esto— se detuvo en el camino—, no es lo que yo quiero.

—Lo sé, cariño— acarició su espalda con una mano—. Pero todo saldrá bien, ya verás.

Anna viajaría con ella, seguiría siendo su criada personal. Eso no era algo que pondría a discusión. Si había algo que la aterraba más que su nueva vida, era estar sola en una habitación vacía de recuerdos, de vida. Y Anna siempre había sido como una madre para ella.

—¿Me dejas unos minutos a solas? —le preguntó a Anna, ella asintió obediente y salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí.

—No se demore mucho—fue lo último que dijo antes de desaparecer.

Elke se asomó por la ventana y miró hacia abajo, Klaus estaba de pie junto al carruaje, esperando. Mantenerlo como cochero también había sido algo que exigió, aún cuando el príncipe insistió en disponer para ella un coche real. No podía darse el lujo de perderlo el mismo día que lo había conocido.

—¿A quién miras? —preguntó Lena saliendo de la oscuridad.

—A nadie, yo...

—Vamos, sé que mientes. Cuéntame— se acercó a la ventana para ver también—. ¿Quién es ese hombre?

—Es mi cochero, es nuevo.

—Tu cochero— sonrió—. ¿Y por qué es tan interesante tu cochero? —la penetró con la mirada.

—Yo nunca he dicho que fuera interesante— se defendió y Lena se echó a reír descaradamente.

—¿Elke enamorada?

—Shh— la calló—. No sabes eso, es... ridículo. Sabes lo que pienso de los hombres.

—Nadie más que tú me oye, no necesitas callarme— se defendió Lena.

—Lo sé, lo siento— contestó resignada, a veces se le olvidaba que Lena no era del todo "real".

Lena la miró con ternura y se volvió a ver por la ventana una vez más antes de decir:

—Es atractivo. Pero se ve mayor para tí.

—Ay por favor, no lo has visto de cerca— se defendió Elke y se quedó pensativa—. Tal vez un poco, pero no tanto.

—Treinta años cuando menos— aseguró Lena—. Yo sé lo que te digo.

—Él lo sabe— confesó de pronto Elke.

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