Capítulo 37

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Klaus entró con velocidad a su habitación en los pasillos de la servidumbre. Había pasado unos días fuera en medio de los preparativos para lo que se venía.

Buscó su ropa formal y se preparó rápidamente. Lo hizo todo con movimientos mecánicos como quien sabe lo que tiene que hacer porque lo hace a menudo. Cerrar la camisa, atar la pajarita y que quede todo en su lugar, poner el saco. Antes de darse cuenta ya estaba todo preparado. Ultimó los detalles pasándose un peine húmedo por el pelo, nadie querría que fuese despeinado a una boda, y salió de la habitación con un sombrero de copa en la cabeza, ocultando parte de la cara.

El vestíbulo fuera estaba repleto de invitados, todos metidos en sus propios asuntos y ninguno prestando atención.

—Bien— dijo bajito. Se sentía bien, seguro. No había motivo para temer. Todo estaba preparado y planeado al milímetro.

Klaus avanzó con determinación entre la multitud, su presencia marcada por un aire distinto, algo más oscuro que el resplandor nupcial que dominaba el lugar. En contraste con la expectante muchedumbre, él se abría paso como un lobo solitario, observando cada detalle con aguda percepción.

La capilla del palacio se erigía majestuosa ante él, un santuario que sería testigo de una ceremonia que, en su mente, estaba marcada por la sombra de un destino incierto. Los guardias, dispuestos estratégicamente, vigilaban los alrededores con espadas centelleantes que cortaban la penumbra de la noche. La luz de las lámparas resaltaba los contornos de sus uniformes, dotándolos de una apariencia imponente.

Klaus notó cada mirada furtiva, cada susurro contenido entre los presentes. Se sentía como una pieza ajena en este rompecabezas de celebración. Aunque su exterior reflejaba calma, por dentro, un torrente de pensamientos y emociones fluía como un río turbio. Buscaba en vano a sus compañeros, algunos de los cuales se habían colado en la capilla igual que él. Pero entre toda esa gente, no pudo sino resignarse al encuentro.

Había tensión en el aire, un preludio para lo que estaba por venir. Klaus, rodeado por la pompa y circunstancia de la nobleza, se adentraba en la capilla con una determinación que ocultaba una trama más profunda y oscura.

Ingresó a la capilla, sus pasos resonando en el espacio sagrado. Su mirada recorría el lugar, buscando un asiento estratégico, uno que le brindara una visión clara del acontecer. Optó por uno cerca del pasillo principal, permitiéndole una vía de escape rápida y una vista despejada del altar.

Se sentó con una tensa serenidad, como un actor en las sombras, listo para entrar en escena en el momento adecuado. Su mano se deslizó sobre su pecho, donde reposaban la pistola y la daga. La fría presión de metal contra la palma de su mano actuaba como recordatorio constante de la dualidad de sus intenciones. Planeaba ocultar en lo posible su fuego, podía ser peligroso un incendio donde se encontrara Elke.

El murmullo de la multitud llenaba el recinto mientras los invitados tomaban sus lugares. Klaus observaba con aguda atención, una tormenta de pensamientos y emociones revoloteando en su interior. Se preguntaba si sería capaz de reaccionar a tiempo, si podría evitar que esta farsa nupcial alcanzara su desenlace predestinado.

El palpitar del corazón de Klaus resonaba en sus oídos mientras aguardaba, un reloj inexorable que marcaba los segundos que separaban su presente del inevitable encuentro con Elke. Con cada latido, el peso de sus expectativas y temores se intensificaba. Solo quedaba esperar, en la penumbra de la capilla, el inicio de la ceremonia y el despliegue de los eventos que cambiarían sus vidas para siempre.

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—¡Ey, tú! —le gritó un guardia al ver a Vik tratando de ingresar al palacio.

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