Capítulo 20

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   Klaus aprovechó el momento en que Listraus no estaba en la habitación, para hurgar en su baúl. Había guardado allí la bolsa con el dinero que le habían dado por la venta de la casa y el establo. Realmente no era mucho, pero tenía que alcanzar. Abrió la tela y contó las monedas. Tenía cuando mucho chenta y cinco. No era una gran cantidad verdad. Prácticamente había regalado el hogar donde había crecido. Tomó quince y guardó el resto nuevamente en el fondo del baúl justo cuando alguien carraspeó a sus espaldas. Se volvió a ver un poco alarmado y se encontró con Elke apoyada en el marco de la puerta, sonriendo.

—¿Qué haces aquí? Si alguien se entera... —ella lo interrumpió.

—Señorita— se oyó la voz del mayordomo desde atrás—. Ya le he dicho que no es apropiado que usted entre aquí.

—Shh shh, hablas demasiado—lo calló ella—. El señor Ristrow tuvo la amabilidad de dejarme pasar.

—Mi señora, yo...

—Estaba deseando dar un paseo y no encontraba a mi cochero por ninguna parte—continuó ella—. Así que me di una vuelta por aquí.

—¿De verdad quieres dar un paseo? —preguntó Klaus.

—¿Me estás diciendo mentirosa? —fingió cierto descontento.

—Como guste la señorita— dijo él poniéndose de pie e indicando el camino de salida—. Después de usted.

El mayordomo enojado y a la vez sorprendido por la situación, los siguió hasta afuera del lugar.

Elke se sujetó la falda con cuidado mientras caminaba hacia la salida. Klaus la observó con detenimiento, era muy bonita y ese vestido le sentaba estupendamente bien. Estaba acostumbrado a verla de pantalones y ya no recordaba que era una princesa con todas sus dotes.

Lo había sorprendido y se arriesgó demasiado al intentar verlo. Sin embargo, también asumía que como princesa podía hacer lo que quisiera. Después de todo era su jefa.

La siguió tratando de no pisar los pliegues del vestido que arrastraban ensuciándose. Espero que hayan limpiado el suelo, pensó sonriendo. Es toda una novedad, yo preocupándome por mantener un vestido limpio.

Tanteó las monedas que pesaban en su bolsillo, asegurándose que allí siguieran. No podía darse el lujo de perder esas valiosas monedas.

Llegaron al exterior no sin antes recibir miradas de sorpresa y desaprobación. No estaba bien visto que la chica se paseara por esos sitios, no estaba bien visto para nada. Pero él no la había llamado así que podían guardarse las acusaciones donde mejor les gustara.

Guió a Elke hasta el carro que estaba estacionado a un lado del camino principal y ofreciéndole la mano, le ayudó a subir. Ella agradecida se acomodó en su asiento con un reciente tapizado nuevo. Se sentó y esperó.

Klaus hizo lo mismo en el asiento del conductor y puso en marcha la extraordinaria máquina. Él siempre había montado a caballo pero con los tiempos que venían, Liam le recomendó tomar un curso para conducir los carros modernos. En ese momento le estaba muy agradecido a su amigo.

Avanzaron por el camino en camino a... ¿dónde? Volteó a verla. Miraba por la ventana despreocupada.

—Eh, no quiero interrumpir tus cavilaciones pero me gustaría que me indicaras el camino a seguir.

—Oh, disculpa— se sobresaltó distraída—. Necesito llegar con un joyero, ¿conoces alguno?

—¿Joyero? ¿No te regalan suficientes joyas? —se extrañó incrédulo.

—Claro, si. Pero estoy interesada en una joya en particular. ¿Conoces o no un joyero?

Klaus resopló.

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