Capítulo 24

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Klaus abrió los ojos.

Le dolía todo. La herida del brazo le impedía levantarlo correctamente y la pierna le quemaba. Eso sumado a la paliza que había recibido anteriormente, se sentía invalidado.

Intentó sentarse, estaba en la casa de Niklas, la reconocía. Su cuerpo podía estar roto pero su mente seguía activa.

Tiró del respaldo del sillón con el brazo sano y logró sentarse a medias, la pierna se resintió y le hizo emitir un quejido. Niklas se asomó por la puerta que daba a la cocina.

—Despertaste— dijo acercándose.

—Buena observación— contestó Klaus molesto.

—No seas un cretino conmigo. Sabes muy bien que no te queda. Y tampoco pienso soportarlo por más amigos que seamos.

—Lo sé, lo siento. ¿Dónde está Elke?

—En el palacio, se fue anoche. Quería llevarte pero no la dejé, estabas inconsciente y no me pareció adecuado. Allí nadie te cuidaría.

—Estoy bien, tendrás que llevarme hoy. Me quitarán el trabajo si no aparezco.

—Te quitarán el trabajo si te ven así. ¿No se te ocurrieron todas las cosas que podrían pensar sobre ti si apareces de esta manera? ¿Herida de bala? ¿Quién es? ¿Será peligroso?

—Vale, ya entendí—refunfuñó—. Pero eso no quita el hecho de que debo regresar. Lo siento, es lo que debo hacer. Necesito estar allí. Tal vez podrías prestarme alguna ropa limpia, te la devolveré.

Niklas suspiró rendido. Klaus podía ser todo un cabezotas cuando se lo proponía. Así que buscó una muda de ropa y lo ayudó a vestirse. Tardaron más de lo que debían, Klaus no dejaba de dar órdenes y Niklas se enojaba.

Por lo general se llevaban bien, pero muchas veces el temperamento fuerte de Klaus terminaba con Niklas enojado y en una discusión interminable.

—¿Pudiste ver a las personas que estaban en la lista? —quiso saber Klaus.

—¿Los veinte afortunados? Si, los contacté. Y déjame decirte que no fue nada fácil. La próxima vez quiero una tarea más sencilla.

—¿Más sencilla? Ninguna tarea será sencilla de ahora en más. Estamos en una revolución, por Loris—Klaus se enojó rápidamente—. Mas te vale ir acostumbrandote— contestó resolutivo.

—¿Eso quiere decir que te la pasaras de disparo en disparo? —contestó irónicamente.

—No seas idiota.

—Vale, dime entonces. Porque parece que lo tienes bien planeado pero no lo has compartido con nadie más.

—Esto será difícil, Niklas— empezó a explicar—. Hay muchas cosas por hacer y la mayoría son riesgosas. Ayer me enfrenté a los abogados. Intenté planearlo lo mejor posible para evitar una confrontación pero sabía que la posibilidad de que quisieran matarme estaba.

—¿Por qué fuiste entonces?

—¡Alguien tenía que hacerlo! Esos tipos eran una amenaza, querían diezmarnos. No iba a permitir que atacaran a ninguno de los nuestros.

—Solo buscaban a los nuevos.

—¿A los nuevos? ¡Yo soy uno de ellos! Son importantes, los necesitamos. Son la única ventaja en esta guerra.

—¡Ya cálmate! —exclamó Niklas exasperado, poniéndose de pie—. ¿Sabes qué creo de todo esto? —tragó saliva—. Que son puras estupideces. Siempre supe que eras un paranoico pero ahora estás llegando a niveles insospechados. A nadie le interesa tu locura, es imposible armar una guerra ¿una guerra? Que locura.

Trono de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora