Capítulo 34

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Unos días después, todos se veían alegres en la sala de Vik, separados en pequeños grupitos, hablaban orgullosos sobre lo que había pasado.

Klaus esperaba nervioso a que Vik apareciera. Había estado fuera junto a algunos de los muchachos durante lo que fue la tarde y aún no había regresado.

Le preocupaba cuánto tiempo más estaría empleado en la mansión. Elke prescindía de él y solo se pasaba el día dando vueltas hasta escabullirse por las noches. Tarde o temprano alguien lo notaría.

Elke, la última vez que la había visto fue durante el baile de máscaras, de eso ya habían mucho y la fecha de la boda estaba más que próxima. ¿Se preocupaba? Si, primordialmente porque la chica no lo eligiera al final de todo. Su continua proximidad con el príncipe le ponía en clara desventaja y cada vez que se veían, ella solo le reprochaba lo que estaba haciendo. No quería estar haciendo todo por nada, pero tenía que confiar. De eso se trataba todo, confiar. Confiar en Elke, confiar en Vik.

Vik irrumpió en la sala con sus compañeros, arrastrando a un hombre maniatado y con una bolsa en la cabeza. A pesar del cansancio evidente en su rostro, Vik irradiaba un optimismo orgulloso, como si hubiera logrado algo de gran importancia. El silencio cayó sobre todos cuando él presentó al hombre capturado.

—¡Caballeros! —exclamó extendiendo los brazos con un gesto teatral—. Hemos tenido una cacería exitosa esta noche. Les presento a uno de los causantes de nuestras penurias, instigador de injusticia que nos ha acosado durante demasiado tiempo.

La atención de la sala se centró en el hombre maniatado, que permanecía en silencio con la bolsa en la cabeza. El misterio sobre su identidad y las razones detrás de su captura se sentía en el aire. Los murmullos y las miradas curiosas se extendieron entre los presentes.

Klaus descubrió que Vik no le había contado a nadie sobre a donde había ido, era algo así como una sorpresa para todos, él incluido.

Vik, con un brillo desafiante en los ojos, procedió a retirar la bolsa de la cabeza del prisionero, revelando su rostro a la asamblea expectante.

—Este hombre hoy, en este momento, enfrentará las consecuencias de sus acciones— dijo solemne —Bienvenido Lord Humbolk a nuestra humilde morada.

—¿Qué planeas hacer con él? —preguntó Klaus sin dejar de ver al hombre arrodillado

Intercambió miradas con el Lord. Aunque el hombre que una vez llevó un porte altivo ahora estaba claramente asustado, Klaus no pudo evitar sentir una extraña mezcla de emociones. La pena se filtró en su corazón, una sensación inesperada considerando todo el mal que el lord infligia constantemente por ser simplemente un Lord.

Su rostro, que seguramente había estado marcado por la autoridad y la soberbia, ahora mostraba signos de desesperación. Klaus, a pesar de su deseo de justicia, sintió una punzada de compasión por el hombre que se encontraba delante de él.

La ironía de la situación no se le escapó a Klaus. Aquel que había sido el perpetrador de la opresión ahora estaba indefenso, enfrentando las consecuencias de sus acciones. La dinámica de poder había cambiado drásticamente, y Klaus se encontró reflexionando sobre la naturaleza efímera de la arrogancia y la caída de aquellos que alguna vez estuvieron en la cima.

—Voy a pedir recompensa por él, así toda la alta sociedad se enterará de que no están tan a salvo como creen.

Vik, con una sonrisa desquiciada y la mirada fija en los ojos asustados del lord, pronunció sus amenazas con una frialdad que helaba el aire. La sala quedó sumida en un silencio tenso mientras Vik, sin titubear, sacó un cuchillo, manifestando su cruel intención de amputar un dedo para enviarlo como macabro mensaje a la familia.

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