Capítulo 8

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Trasegar (verbo): 1. Beber en cantidad; beber un trago largo.

«He descubierto que, cuando un caballero está malhumorado, a veces el mejor antídoto es invitarlo a trasegar una taza de té».

Del diccionario personal de Louis Tomlinson.

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Las flores recién cortadas estaban desparramadas por el suelo, un valiosísimo florero estaba volcado, aunque, por fortuna, no se había roto, y el agua se iba extendiendo por su nueva y carísima alfombra de Aubusson.

—Solo quise olerlas —explicó Louis, despatarrado en el suelo.

—¡Tenía que quedarse quieto! —exclamó él.

—Bueno, ya lo sé, pero…

—¡Nada de peros! —rugió, mirándole el tobillo para comprobar que no lo tuviera torcido de algún modo horrible.

—No hay ninguna necesidad de gritar.

—¡Gritaré si…! —Se interrumpió, se aclaró la garganta y continuó en un tono más calmado—: Gritaré si me da la maldita gana, y hablaré así si me da la maldita gana. Y si quiero susurrar…

—Le aseguro que ya he entendido lo que ha querido decir.

—¿Me permite recordarle que esta es mi casa y que en ella puedo hacer lo que me dé la maldita gana?

—No tiene por qué recordármelo —repuso Louis con amabilidad.

Ese tono amistoso y sumiso lo enfureció.

—Joven Tomlinson, si va a continuar aquí…

—Estoy muy agradecido de que me permita quedarme aquí.

—No me importa su gratitud…

—De todos modos, es un placer para mí ofrecérsela.

Él apretó los dientes.

—Tenemos que establecer unas cuantas normas.

—Bueno, sí, claro, el mundo necesita unas cuantas normas. Si no, se armaría el caos y entonces…

—¡Haga el favor de dejar de interrumpirme!

Louis echó la cabeza un poco hacia atrás.

—Creo que ha sido usted el que me ha interrumpido a mí.

Harry contó hasta cinco.

—No haré caso de eso.

Louis curvó los labios en un gesto que una persona optimista podría llamar «sonrisa».

—¿Cree que podría echarme una mano?

Harry se le quedó mirando fijamente, sin comprender.

—Necesito ponerme de pie —explicó—. Se me está… —No terminó la frase; no le iba a decir a ese hombre que se le estaba mojando el trasero—. Está todo mojado —murmuró finalmente.

Harry gruñó algo para sí mismo y casi estampó contra la mesita la bandeja que, al parecer, había olvidado que tenía en las manos. Antes de que Louis lograra pestañear por el estrépito, le pasó la mano derecha por delante para ayudarlo a levantarse.

—Gracias —dijo, con la mayor dignidad que logró reunir, que no era mucha.

Lo ayudó a volver al sofá.

—No vuelva a levantarse.

—No, señor —dijo Louis, llevándose la mano a la sien en una alegre imitación de la posición de firmes.

To Catch an HeirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora