Capítulo 17

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Alible (adjetivo): Comestible, apropiado como alimento.

«Muchas veces he oído decir que hasta el alimento más malo parece bueno y alible cuando uno tiene hambre, pero yo no estoy de acuerdo. Las gachas son gachas, por fuerte que gruña el estómago».

 Del diccionario personal de Louis Tomlimson.

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A la mañana siguiente Louis se despertó al oír un golpe en la puerta. Por orden de Harry, esa noche la había cerrado con llave, no porque creyera que él intentaría seducirlo durante la noche, sino porque lo creía muy capaz de comprobar si estaba cerrada para ver si había obedecido su orden. Y de ninguna manera quería darle la satisfacción de regañarlo.

Había dormido solo con la enagua, así que se envolvió en una manta y fue a abrir un poco la puerta. Se encontró ante uno de los ojos verdes de Harry.

—¿Puedo entrar?

—Eso depende.

—¿De qué?

—¿Traes el desayuno?

—No he tenido acceso a ninguna comida decente desde hace casi veinticuatro horas. Tenía la esperanza de que Perriwick te hubiera traído algo de comer.

Louis abrió la puerta.

—No es justo que los criados castiguen a tu hermana. Debe de estar muerta de hambre.

—Imagino que comerá bien a la hora del té. Recuerda que espera tu visita.

—¡Ah, sí! ¿Cómo lo vamos a organizar?

Él fue a apoyarse en el lavabo de mármol.

—Gemma ya me ha dado la orden de enviar mi mejor carruaje para recogerte.

—Creí que solo tenías un carruaje.

—Y así es. Pero eso no viene al caso. Voy a enviar un carruaje a recogerte… esto… a tu casa.

Louis puso los ojos en blanco.

—Me gustará verlo. Un carruaje deteniéndose en la puerta del cuarto de baño. Dime, ¿lo vas a hacer entrar por tu dormitorio o por la escalera de servicio?

Él le dirigió una mirada de que no lo encontraba divertido.

—Tengo que traerte a casa a tiempo para una visita a las cuatro.

—¿Qué debo hacer hasta entonces?

Él paseó la mirada por el cuarto.

—¿Lavarte?

—No me hace gracia, Harry.

Él se quedó callado un momento y luego dijo en voz baja:

—Lamento lo que ocurrió anoche.

—No te disculpes.

—Pero es que debo. Me aproveché de ti. Me aproveché de una situación que no puede llevar a nada.

Louis apretó los dientes. La experiencia de esa noche era lo más cercano que había sentido a ser amado desde hacía años. Que él dijera que lamentaba lo ocurrido le resultaba insoportable.

—Vuelve a pedir disculpas y gritaré…

—Louis, no seas…

—¡Lo digo en serio!

Él asintió.

—Muy bien. Me voy, entonces. Te dejo solo.

—¡Ah, sí! —dijo él, haciendo un movimiento con el brazo—. Con mi fascinante vida. Hay tanto que hacer aquí que no sé por dónde comenzar. Se me ha ocurrido que tal vez podría lavarme las manos, después los dedos de los pies y, si me pongo muy ambicioso, podría intentar lavarme la espalda.

To Catch an HeirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora