Capítulo 9

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Garrafal (adjetivo):
1. Notorio en un mal sentido, craso.
2. Se dice de algunas faltas graves de la expresión y de algunas acciones.

«Mi boca suele hacer gala de una garrafal desatención a la discreción, circunspección y buen juicio en general».

 Del diccionario personal de Louis Tomlimson.

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Al día siguiente Louis ya tenía mucho mejor el tobillo, aunque de todos modos necesitaba un bastón para caminar. Terminar su trabajo en la biblioteca era impensable; apenas podía dar unos torpes pasos sin tener que mover montones de libros equilibrándose en un pie. Ni qué decir del desastre que podría provocar mientras tuviera un tobillo hinchado.

Recordó que la noche pasada, durante la cena, Niall le sugirió que dibujara un plano de la casa de Prewitt. Harry, que había estado muy callado durante toda la cena, se limitó a gruñir algo en sentido afirmativo cuando él le preguntó qué le parecía la sugerencia.

Así pues, deseoso de dar una buena impresión a sus anfitriones, se sentó ante el escritorio del salón azul y comenzó a dibujar.

Pero trazar el plano de la casa le estaba resultando más difícil de lo que había imaginado, así que al poco rato el suelo empezó a llenarse de hojas de papel arrugadas con dibujos desechados por no poder considerarse aceptables. Cuando ya llevaba media hora de intentos infructuosos, se dijo en voz alta:

—Empiezo a sentir un nuevo respeto por los arquitectos.

—¿Cómo has dicho? —le preguntó una voz.

Levantó la vista, sintiéndose avergonzado por haber sido sorprendido hablando solo. Harry estaba en la puerta, y él no supo distinguir si su expresión era divertida o enfadada.

—Estaba hablando solo —balbuceó.

Él sonrió, y Louis sintió un enorme alivio al ver que estaba contento.

—Sí, eso está claro —dijo él—. Algo sobre los arquitectos, creo.

—He estado intentando hacer un plano de la planta baja de Prewitt Hall, para usted y el marqués, pero no consigo que me salga bien.

Él llegó hasta el escritorio y se inclinó por encima de su hombro para mirar el papel en el que estaba dibujando.

—¿Cuál es el problema?

—No recuerdo bien el tamaño de las habitaciones. Empecé…

Tragó saliva. Él estaba demasiado cerca, y su olor le traía el recuerdo de ese beso furtivo. Olía a sándalo, a menta y a otra cosa que no lograba identificar.

—¿Sí? —lo animó él.

—Esto… Bueno, verá, es difícil dar forma y tamaño a las habitaciones al mismo tiempo. —Pasó un dedo por el dibujo—. Comencé por dibujar todas las habitaciones del lado oeste del pasillo principal, y pensé que lo estaba haciendo bien…

Él se acercó un poco más y Louis perdió el hilo de sus pensamientos.

—¿Qué pasó entonces?

Louis tragó saliva de nuevo.

—Entonces llegué a la última, la de la pared sur, y ahí me di cuenta de que no había dejado suficiente espacio. —Pasó un dedo, desnudo (porque no llevaba guantes), por la diminuta habitación que quedaba en la parte de atrás—. Esta parece un armario empotrado, cuando en realidad es más grande que esta. —Señaló otro cuadrado.

To Catch an HeirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora