Capítulo 14

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Un millón de dólares. Las palabras me envuelven y me tientan, y es la tentación la que me impulsa a reaccionar.

Me libero de su abrazo de un tirón y la abofeteo violentamente.

Me mira con ojos en los que arde algo que no reconozco, me agarra por la muñeca y me atrae hacia ella. Rodea mi cintura sin soltarme y me retuerce el brazo en la espalda al tiempo que se aprieta contra mí. En ese momento me encuentro en su poder y ambas lo sabemos. Puede hacerme daño. Puede tomarme.

Mi cuerpo se estremece de deseo. Mis labios se entreabren. Respiro entrecortadamente. No entiendo mi reacción ante ella. Es primitiva, feroz, y me abruma la necesidad de rendirme sin condiciones.

«No.»

Me concentro en su rostro.

—Creo que debería marcharse —le digo sin saber cómo consigo que mi voz suene firme.

—Me voy —contesta—, pero conseguiré mi cuadro. —Me dispongo a replicar, pero me silencia apretando un dedo contra mis labios—. Lo conseguiré porque lo deseo y la deseo. Lo conseguiré porque usted también lo desea. No —añade antes de que tenga tiempo de hablar—. Recuerde las reglas, Jennie, no me mienta. No me mienta nunca.

Entonces me besa. Libera mi muñeca, clava los dedos en mi pelo y echa mi cabeza hacia atrás antes de hundir sus labios en los míos. Dejo escapar un gemido cuando su lengua explora ferozmente mi boca. Mi mano se enrosca alrededor de su nuca. No sé si me ha atraído hacia ella o si he sido yo quien se ha apretado contra su cuerpo, pero noto su dura erección en mi pierna. Tiene razón, maldita sea. Tiene razón. Deseo esto, deseo esto y no debería desearlo.

Entonces me suelta, y me siento tan débil que me sorprende que la gravedad no me arrastre al suelo. Me lanza una última mirada abrasadora, da media vuelta y se dirige a la puerta a grandes pasos. La abre y desaparece por el rellano antes de que los latidos de mi corazón hayan recobrado su ritmo normal.

Alargo la mano y me aferro al respaldo de una de las sillas de la cocina.

Me dejo caer despacio hasta quedar sentada y apoyo los codos en las rodillas. Deseo odiarla por el ofrecimiento que me ha hecho y por las cosas que ha dicho. Son verdades, sin duda, pero verdades que desearía ignorar. Verdades que pasaré por alto.

No sé cuánto tiempo permanezco de ese modo, pero así sigo cuando Taehyung entra alegremente, con el cabello revuelto y con la camisa desabotonada por falta de algunos botones. Estoy segura de que la llevaba abrochada al marcharse. Si hubiera estado sentada con Lisa medio desnuda me habría fijado.

—¿Jin? —pregunto.

No he oído los habituales golpes y aporreos, de modo que no sé qué pensar.

No, por Dios —dice.

Siento un alivio momentáneo. Desconozco cómo puede haber perdido los botones, pero al menos sé que no estaba echando un polvo.

Ha sido Kevin, del 2H.

Mi alivio se esfuma.

¿Te lo has tirado?

Es para lo único que vale, créeme. Ese tío es un cabeza hueca, y no tenemos nada en común salvo cierto exceso de energía y que ambos somos gays.

Taehyung, por favor. —Mis problemas parecen mezquinos y tontos comparados con el completo descontrol de las conquistas de mi amigo—. ¿Se puede saber por qué te acuestas con él si ni siquiera te gusta?

Porque es divertido. No te preocupes, no es de los que va a perseguirme. Los dos sabemos que se trata de uno de esos rollos sin ataduras.

Union Ties | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora