Capítulo 23

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Nunca más dudaré de Lisa.

A las seis y media estoy completamente vestida. A las siete estoy tan excitada que me pregunto si un tanga así puede ser legal. En cualquier caso no es práctico. Cojo una botella de agua con gas y me instalo en el sofá con intención de leer; sin embargo, me limito a aplicarme la botella en la nuca para refrescarme porque las perlas me acarician al menor gesto y temo haberme derretido antes de que Lisa pase a recogerme.

Y si no, infringiré una norma.

Lo malo es que el simple hecho de respirar me vuelve loca, maldita sea.

Imagino la voz de Lisa en mi oído mientras me susurra lo caliente que me estoy poniendo, que sabe el tormento que sufro, lo húmeda que estoy para ella y que no tengo manera de aliviar el ansia que crece en mí.

Al cuerno con todo.

Llevo medias negras y liguero. Echo la cabeza hacia atrás en el sofá y dejo que mis dedos suban por mis muslos mientras imagino que son los de Lisa. Al fin y al cabo no es más que un engaño insignificante, y no hace falta que ella lo sepa.

Los deslizo sobre las perlas pero no me toco. Solo el hilo que las une.

Se mueve, igual que cuando camino, y la sensación es increíble, como si pequeñas descargas atraveSanan mi cuerpo y me elevaran. Estoy tan húmeda que apenas puedo soportarlo. Imagino las manos de Lisa en mis muslos mientras su boca deja un rastro de besos en mis piernas y noto la caricia de su lengua.

Dejo escapar un leve gemido de placer y... Me levanto de golpe sintiéndome culpable cuando oigo que llaman a la puerta.

¡Ya voy! —grito sin que se me escape la ironía de mis palabras.

Me aliso la falda, respiro hondo con la esperanza de borrar todo rastro de placer en mi cara y ocultar mi secreto y corro a la puerta.

La abro y veo a Lisa con su traje de gala, el que vi en el otro lado de su armario. Está tan sexy que creo que voy a correrme allí mismo sin ayuda de perlas ni dedos, solo mirándola a ella.

Estás impresionante —dice y hace un gesto con el dedo para que me dé la vuelta.

Obedezco y giro con impulso suficiente para que la falda violeta de mi vestido coja vuelo. Es un vestido antiguo que hace años que me gusta, ceñido en la cintura y con un escote marcado. Es provocador pero al mismo tiempo tiene cierta clase al estilo Grace Kelly. Hace que me sienta imponente con él, de modo que no me cuesta nada sonreír y aceptar el cumplido.

Tú tampoco estás mal —le digo antes de que se incline sobre mí, me bese levemente en los labios y acaricie levemente mi trasero.

Cuidado —le digo—. Un poco más de esto y no saldremos del apartamento.

¿Ah, sí? ¿Y por qué? —pregunta inocentemente.

Sonrío, cojo el bolso y me pongo de puntillas mientras me apoyo en su hombro para susurrarle al oído:

Porque tu pequeño regalo me está poniendo tan caliente que solo pienso en tenerte dentro y en que me folles a tope.

Acto seguido me retiro sin dejar de sonreír. La expresión de inocencia ha desaparecido de su rostro.

Cierro la puerta y paso ante ella muy ufana.

¿Vienes? —le pregunto.

—masculla y me sigue.

Ha traído la limusina, y cuando veo el familiar asiento trasero se me hace un nudo en la garganta. Es posible que mis intentos por mantener la cabeza fría sean más inútiles de lo que creía.

Union Ties | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora