Capítulo 20

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Deshago el abrazo, recojo mi camiseta del suelo y me la pongo. Luego me levanto mientras enjuago mis lágrimas con el dorso de la mano.

Me abrocho los vaqueros y busco con la mirada el bolso y el estuche con la cámara. Están al pie de la cama, donde los dejé. Corro hacia ellos y me cuelgo el bolso del hombro. Veo que Rosé ha desaparecido. Me alegro de que no montara un espectáculo al marcharse, pero eso no evita que me sienta avergonzada por haberme derrumbado delante de ella.

Puedo llamar a un taxi si quiere, o bien Edward podría...

Dejo la frase sin terminar y cierro los ojos. Me siento acalorada por la vergüenza.

Lisa se ha puesto en pie y me observa desde la cama. No alcanzo a leer su expresión, pero sé que debe estar furiosa.

Lo siento, lo siento mucho. —Me pregunto cuántas veces voy a repetirlo y si siempre sonará tan vacío—. Esperaré fuera.

Me apresuro hacia la escalera, cabizbaja.

Jennie...

Su voz acaricia mi nombre y me hace vacilar un instante, pero sigo caminando.

Jennie.

Esta vez mi nombre se convierte en una orden. Me detengo, doy media vuelta con la espalda erguida y la miro.

Está ante mí. Apoya las manos en mis hombros y me mira a los ojos con expresión sombría.

¿Adónde cree que va?

Tengo que marcharme. Ya se lo he dicho. No soy capaz de hacerlo.

Tenemos un trato —dice con mirada ardiente—. Es usted mía, Jennie.—Alza una mano hasta mi nuca y me empuja hacia ella mientras desliza la otra bajo mi camiseta y me acaricia un pecho—. Mía —repite.

El calor de sus manos me envuelve y contengo el aliento. La deseo, pero no puedo hacerlo, no puedo.

Rompo el trato —le digo con un gesto de la cabeza.

No lo acepto.

El enfado pone fin a mi vergüenza y acaba con el deseo.

Me da igual si lo acepta o no. El trato está roto.

Su pulgar traza círculos perezosos en mi pezón.

Deje de hacer eso —le digo, pero no se detiene.

—¿De qué tiene miedo?

«De esto —pienso mientras noto que el deseo crece de nuevo—, de lo que siento, de adónde nos conducirá.»

No es que tenga miedo, es que estoy totalmente aterrorizada.

No tengo miedo.

Miente. —Me atrae hacia ella, hunde ferozmente su boca en la mía y después se aparta sin miramientos—. Puedo saborear el miedo en usted. Dígamelo, maldita sea. Deje que lo remedie.

Meneo la cabeza. No tengo palabras.

De acuerdo —dice asintiendo lentamente—. No la obligaré a que cumpla su parte del trato, pero al menos deje que vea lo que voy a perderme.

Alzo la cabeza bruscamente y la miro.

—¿Qué?

Quería un cuadro y también quería a la mujer. Desnuda, Jennie. Desnuda y abierta, y en mi cama. Lo menos que puede hacer es permitir que vea lo que voy a perderme.

Union Ties | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora