Capítulo 19

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Me hallo al borde de un acantilado. Las olas se estrellan contra su base.

Miro hacia abajo. Lisa está allí, con los brazos extendidos y la cabeza hacia atrás. Me llama. Eres mía, dice. Salta hacia mí. Te cogeré.

Salta.

Solo salta.

Solo salta...

Me despierto con un sobresalto cuando la alarma de mi teléfono empieza a sonar. Después de la ducha me he tumbado en la cama y he cerrado los ojos diez minutos. Gracias a Dios tuve la precaución de poner el despertador para una hora después, por si acaso. Son casi las cinco.

Lisa estará aquí dentro de una hora.

No me tomo la molestia de vestirme con algo especial. Al fin y al cabo voy a tener que desnudarme. La idea me hace torcer el gesto, pero me digo que todo irá bien. Seguro que no querrá el cuadro cuando sepa la verdad, pero no será cruel. Lisa puede ser gélida a ratos, pero no es cruel.

Me pongo unos tejanos y una camiseta de tirantes con el logotipo de Universal Studios que compré el año pasado cuando vine a visitar a Taehyung. Me calzo las sandalias, compruebo mi pelo en el espejo y decido que tengo un aspecto aceptable. No llevo maquillaje y me siento desnuda sin él. Es una de esas tristes verdades que me fastidian porque solo siento la necesidad de ir maquillada por culpa de mi madre, que me inculcó que una mujer no podía salir de casa sin haberse arreglado la cara previamente.

¿De verdad, madre?, porque cada día estoy más convencida de que una cara no se puede cambiar.

Sin embargo, a pesar de mis réplicas sarcásticas, sigo enterrándome todos los días bajo un montón de cosméticos y consolándome sabiendo que la mayoría de las chicas hacen lo mismo. No es cosa de las madres, es cosa del carácter femenino. Mejor dicho, es cosa mía.

De todas maneras he participado en suficientes desfiles de belleza y sesiones fotográficas para saber que los artistas suelen preferir que sus sujetos empiecen como una tela en blanco. Así pues aquí estoy sentada con la cara desnuda, una cara que no tardará en hacer juego con un cuerpo desnudo.

Paso la siguiente media hora ante el ordenador poniendo al día mi currículo y se lo envío a Thom, el cazatalentos que me consiguió el trabajo con Chae Rin. Incluyo un mensaje explicándole la situación para que entienda por qué busco un nuevo empleo cuando apenas he durado una semana en el anterior. Con un poco de suerte no pensará que soy una clienta problemática y no se deshará de mí. Y con un poco más de suerte incluso me conseguirá otra entrevista para esta semana.

Todavía dispongo de unos minutos, de modo que decido trabajar un rato en uno de mis códigos; pero en lugar de eso me veo introduciendo el nombre de Lisa en el buscador. No me interesa nada en concreto.

Simplemente deseo saber más. En lugar de saciar mi curiosidad, los fragmentos de información que me ha dado no han hecho más que estimularla.

Como era de esperar encuentro tantas páginas como dólares tiene. Su trayectoria deportiva, su imperio industrial, sus obras filantrópicas, sus mujeres... No puedo evitar ceñir la búsqueda a Lisa y las mujeres con las que ha sido fotografiada. Clico en el enlace que solo muestra imágenes y me pongo cómoda mientras una interminable serie de bellezas llenan mi pantalla, todas ellas del brazo de la sexy pero enigmática Lisa Manobal.

Por lo que veo rara vez se ha dejado fotografiar más de dos veces con la misma mujer, y eso concuerda con lo que me dijo. Me fijo en una en concreto y clico la fuente original de la imagen. Es un blog de chismorreos sobre famosos que identifica a la joven como Giselle Reynard. La miro atentamente y la reconozco: es Audrey Hepburn, pero con el pelo más largo. Parte de la tensión desaparece. Al menos sé que está casada.

Union Ties | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora