Capítulo 21

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-¿Bien? —repite. Sé que intenta parecer ofendida, pero sus ojos delatan alegría—.No ha estado bien, ha sido alucinante, increíble. Digno del Libro Guinness de los Récords. Qué demonios, este polvo ha sido mil veces mejor que aquellos zapatos que llevabas la noche que nos encontramos.

No estaba segura de si te acordarías.

Hunde los dedos en mi pelo y suspira.

Lo recuerdo todo de ti.

Si tengo en cuenta lo bien que conocía los detalles de mi trayectoria universitaria es posible que no exagere.

Pues no te acordabas del desfile de belleza.

Al contrario, fue en el Dallas Convention Center. Llevaste un vestido de noche de color rojo fuego y un traje de baño turquesa. También pesabas cinco kilos menos y mirabas aquellas tartaletas de queso con una lujuria capaz de ponérsela dura a cualquiera.

Me echo a reír.

Sí, seguramente así era.

Me acaricia los pechos y las caderas.

En cualquier caso estas curvas son una evidente mejora.

Eso creo yo también, pero mi madre estuvo a punto de sufrir un ataque al corazón cuando le dije que iba a dejar de contar carbohidratos y calorías. —Sonrío—. Me cuesta creer que realmente lo recuerdes.

Eras la única participante que parecía tener vida propia, y eso a pesar de que todo lo que hacías era fingir. Bueno, quizá fuera por eso.

¿Fingir, dices? ¿A qué te refieres?

Exactamente a lo que te dije entonces, a que no querías estar allí, a que éramos como almas gemelas.

Tenías razón. Aquel fue mi último desfile. Después conseguí liberarme. ¿Lo de alma gemela lo has dicho porque tú también deseabas dejar el tenis?

Su rostro se ensombrece.

Desde luego.

Confío en que no pueda ver mi tristeza. Recuerdo al presentador del desfile anunciando que Lisa Manobal había ganado el último US Open. A pesar del talento que tenía le habían arrebatado la alegría. Estoy segura de que hay mucho más de lo que me contó y me pregunto si algún día llegaré a saber toda la verdad.

Me acaricia la mejilla, y le sonrío.

Las dos escapamos —le digo mientras hago un esfuerzo por apartar la melancolía— y ahora somos libres para explorar otras alternativas.

Me mira con expresión traviesa.

Deja que te muestre lo que me gustaría explorar.

Gimo cuando desliza los dedos dentro de mí.

¿Te duele?

Sí, pero no quiero reconocerlo.

No —murmuro.

Me alegra saberlo.

Me tumba de espaldas y se pone sobre mí. Me gusta notar su peso, hace que me sienta segura, como si me abrazara y me protegiera. Su boca acaricia la mía con un revoloteo de suaves besos que empieza en mis labios y sigue por mi cuello hasta mi oreja.

He pensado que podríamos probar algo nuevo. Mejor dicho, algo antiguo.

¿Antiguo?

La posición del misionero de toda la vida. Abre las piernas, nena — dice y gruñe de satisfacción cuando lo hago.

Presiona contra mí la punta de su miembro, pero no me penetra y se limita a moverlo ligeramente y provocarnos a las dos.

Union Ties | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora