Prólogo; Tierra Hostil

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Rodeado por un frondoso bosque, había un tranquilo pueblo donde sus habitantes vivían en tranquila paz

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Rodeado por un frondoso bosque, había un tranquilo pueblo donde sus habitantes vivían en tranquila paz. Mayormente estaba compuesto por leñadores, cazadores, herreros y agricultores. También había unos pocos pescadores, pues no muy lejos de ahí, había un bello lago donde un joven Omega solía pastorear su rebaño de ovejas. Cantaba una hermosa melodía mientras acariciaba a las más pequeñas del rebaño.

Era un fresco y soleado día, siempre le gusto como los rayos del sol se filtraban entre las hojas. Fue hacia su casa, guiando a todas las ovejas hasta su corral. Afuera de la puerta, estaba su madre tejiendo en su vieja rueca la lana de las ovejas para hacerla hilo, mientras tarareaba la misma tonada que Aziraphale había cantado en el lago. La saludó con un beso y una sonrisa, cuando llegó su pequeña hermanita hacia su brazos para recibirlo, con ternura, Aziraphale removió los pequeños cabellos castaño claro de su cara.

-Hijo ¿podrías ir con el boticario? Necesito mis medicinas para esta tos tan molesta que tengo.- Le pidió su madre con una voz dulce.

-Por supuesto, madre.- Le sonrió.

Se fue hacia la cabaña del boticario, disfrutando del aire fresco y del sonido de los demás habitantes haciendo su día a día.

Lastimosamente se cruzó con Michael, una joven Beta que solía molestarlo. 

-¿No estabas arreado ovejas? Con ese cabello no me extraña que piensen que eres el líder del rebaño.- Se burló.

Infló las mejillas, molesto que siempre comparara su cabello con la lana de las ovejas.

-Pues a Gabriel le gusta mucho mi "cabello de oveja".- 

La chica se vio visiblemente enojada, pero quitó esa expresión rápidamente.

-Se aburrirá bastante de alguien que solo sabe leer y arrear ovejas. Yo le prepararía diversos platillos y hasta podría coserle un bonito traje para trabajar.- Presumió.

-¡Yo se tejer!-

-Si, y todo lo que haces te queda como una triste muñeca raída.- Se rió para luego dar media vuelta e irse, haciendo que su viaje a la botica, se viera amargado por ella.

Trajo la medicina y comenzó a preparar la infusión para su madre, pero su cara delataba una clara molestia.

-¿Qué te pasa hijo?- escuchó la voz de su padre tras él. Aziraphale solo suspiró.

-Me encontré con Michel y fue bastante desagradable. No le hice nada ¿Cuándo me dejará de molestar?

-No te aflijas cariño, tiene envidia de que seas un Omega tan afortunado.- Lo reconfortó su padre, a lo que su hijo le respondió con una sonrisa.- Ese es mi Aziraphale de siempre; sonriente.- Acarició su cabello con ternura.

La Manzana del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora