La Manzana del Emperador

Acercamiento

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Ganó el nombre de Dayana para la sirvienta de Dagon

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Lilith caminaba tranquilamente por los pasillos, todo en el harem estaba en orden, iba a las cocinas a supervisar los platillos para la merienda de los concubinos, cuando escuchó demasiado alboroto en el pasillo aledaño. Con cautela se asomó, para saber si tenía que llamar a los guardias o retirarse si era un asunto que no era de su incumbencia.

Lo que no esperaba ver, era a la sirvienta de Dagon intentando detener a su señora, mientras le atizaba una horrorosa paliza a Aziraphale.

-¡Deténgase por favor! ¡Tendrá problemas!- Gritaba la sirvienta.

-¡No me importa! ¡Mataré a esta serpiente!- La rabia de Dagon no parecía tener nombre .-¡Muérete!-

-¡Por favor! ¡El Emperador la castigará! ¡Basta, señora, por favor!- Rogaba desesperadamente.

Asustada, corrió de regreso al harem, encontró a la señorita Uriel justamente conversando con uno de los guardias.

-Necesitamos instrumentos musicales nuevos, algunos ya están en bastante mal estado...-Hablaba la señorita Uriel, cuando llegó a interrumpir.

-Haniel, señorita Uriel, necesito su ayuda de manera urgente, se trata de Aziraphale.- Dijo casi sin aliento.

-¿En que problemas se metió ese muchacho ahora?- Preguntó Uriel un poco fastidiada.

Luego de contarles muy brevemente lo que vio, mientras los instaba a correr al lugar de los hechos, vieron como Dagon seguía sobre el inerte cuerpo del favorito mientras lo sacudía.

-Despierta...¡No finjas, despierta! ¡Insignificante esclavo!- 

-¡Señora, por favor! ¡Ya basta!- Por fin Dayana logró separar a su señora de Aziraphale y se lo llevó a rastras. Tiró más fuerte de ella al ver a los tres llegar a la escena.

-¡Arrójenlo a los perros! ¡Que se lo coman!- Gritó mientras la conducían a sus aposentos a la fuerza.

Los tres sirvientes se acercaron corriendo y contemplaron con horror el desfigurado rostro del Omega.

-¡Oh por los Dioses! ¿Qué le hizo?- Se escandalizó Uriel.

-La pregunta es ¿Qué no le hizo?- Respondió Haniel preocupado. -Si su majestad lo ve así, cortarán nuestras cabezas.- 

-Los demás concubinos tampoco pueden verlo así ¿Cómo le diremos a la doctora?- Se preguntaba Lilith.

-Primero tenemos que llevarlo a su habitación, es arriesgado que alguien lo vea así en el pasillo.- Dijo Uriel.

Haniel lo cargó con cuidado para llevarlo de regreso al harem, aunque por desgracia, los demás aún estaban adentro. Fue entonces que Lilith hizo su jugada.