S E I S

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Mi cabeza dolía como nunca, parecía que tenía cuál alien dentro que estaba intentando salir de mi cráneo. Tenía las pestañas y mejillas empapadas, y mi piel sensible estaba irritada por las lágrimas.
Pero todo eso perdía importancia cuando mi mente recordaba aquellas palabras tan alegres; "¡Tatiana es mi novia!".
Mis amigos intentaban consolarme, pero nada podía parar mi llanto. No había nadie en casa más que nosotros tres, así que podía saltar todo mi dolor haciendo el barullo que quisiera sin que nadie supiera que me muero por Jungkook desde que tengo memoria.

Me agarré fuerte a la camiseta de Hoseok, mientras sus brazos me rodeaban. Yoongi había ido a buscar más lienzos de papel, pues yo misma había gastado una caja entera.
Mis cuerdas bocales producían sonidos tan desgarradores, que a la vez me hacían llorar más y más, mientras me preguntaba por qué tenía que amar a alguien que sentía lo opuesto por mí, que le repugna mi ser, y que hace de todo por tenerme lejos.

Yoongi volvió, ya que escuché como la puerta de mi habitación se abría y se cerraba nuevamente. Separé mi rostro del abdomen de Hoseok y limpié mis mejillas con las palmas de mis manos. Lo cual, era inútil, pues las lágrimas salían y salían sin control.
Yoongi bufó, y lanzó la caja de pañuelos a la cama. Se sentó junto a mí y acarició mi espalda.

—¿Por qué la vida es así conmigo? — cuestioné en llanto.

—Tn... No puedes llorar así por alguien que no te merece. — comentó Hoseok.

—¿Sabes qué? Él tiene razón. No me salté mis clases de piano para verte morir ahogada en lágrimas. Anima esos ánimos, que vamos a salir.

—No quiero salir, soy miserable. — cogí un pañuelo y sorbí mis mocos. — además, si salgo, tendré la oportunidad de encontrármelos juntos, besándose o pasando un buen rato en parejita feliz. ¡Ahg! — aventé una almohada contra una pared, pero fallé, y en su lugar le di a una lámpara que terminó cayendo al suelo y rompiéndose, tal y como se rompió mi corazón.

—Está bien, Tn. Cálmate. Tú vida no terminó, debes de seguir adelante.

—¡No me digan que me calme! ¡¿Por qué la escogió a ella?! ¡No es más que un cuerpo bonito y una voz chillona! ¡No saca buenas notas, no es inteligente, no es nada…! — grité mientras tiraba con frustración de mi cabello. — ¡Esa puta rata de alcantarilla no debería ni siquiera existir! — me tiré al suelo para llorar.

Sentí algunos brazos rodeándome, mientras lloraba y lloraba, tan alto como podía.

He tocado fondo, lo admito.

—Tranquila... Ya pasó, ya pasó. — me tranquilizaban. — respira hondo. — me aconsejaron.

Eso hice, y después de algunos minutos, pude dejar de llorar, después de tres horas sin dejar de hacerlo.
Quise quedarse allí, en el suelo junto a ellos, las personas con las que me sentía cómoda y segura. Aunque el dolor en el pecho no se disipaba para nada.

—Si quieres podemos quedarnos en casa, pero prometemos que no llorarás más. — asentí y suspiré cerrando los ojos, disfrutando la comodidad que aquellos dos cuerpos me brindaban.

Al cabo de un tiempo, los tres nos pusimos de pie. Fuimos a preparar comida chatarra los tres juntos, y después nos dispusimos a ver unas cuantas películas; algunas de comedia, de terror, acción... Pero estaba estrictamente prohibido el género del romance.

Una vez vimos unas cuentas, yo ya estaba aburrida. Me había cansado de estar en una cama tantas horas, y pronto mis padres llegarían.

—¿Podemos hacer un karaoke? — les pregunté y ellos asintieron. — Yei.. — dije bajito. — ¿Se saben alguna canción de The Weekend?

Niña de Mami Y Papi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora