Capítulo 3; Prueba de fuego

120 7 0
                                    

El día de la Primera Prueba, la Profesora McGonagall retira a Hermione del Gran Comedor justo después de finalizar el almuerzo. Salen rápidamente del castillo, y bajan los escalones de piedra que conducen al Bosque Prohibido. McGonagall está inusualmente silenciosa, como si no estuviera del todo segura de lo que debería decir. Hermione está acostumbrada a que la jefa de su casa sea taciturna, pero nunca la había tenido como una persona que se quedara sin palabras, y el silencio entre ellas agrega una capa más a la sensación de malestar de Hermione.

Llegan a una colina y Hermione es recibida por un imponente estadio de madera que parece haber sido construido de la noche a la mañana. De algún lugar por detrás o desde adentro del estadio llega un rugido espeluznante, distinto a todo lo que Hermione haya escuchado jamás.

McGonagall se detiene y se vuelve para mirar a Hermione.—Señorita Granger, usted es... una estudiante excepcional. Espero que enorgullezca a Hogwarts.

La boca de Hermione se seca, pero consigue asentir. Ha estado en una nebulosa de frío terror desde el momento en que despertó aquella mañana. Sentía como si tuviera una roca descansando en mitad de su pecho, aplastándola, y cada paso que da hacia el estadio, el peso que la oprime va en aumento.

Se escucha otro rugido. Parece desgarrar el aire.

—Daré lo mejor de mí —dice.

McGonagall mira hacia el estadio, luego otra vez hacia el castillo, y se aclara la garganta.

—En mi opinión, la creatividad es a menudo tan valiosa como la habilidad. Nunca he considerado que usted carezca de ninguna de las dos. Si hubiera algún campeón que nunca dejara de sorprender, esperaría que fuera usted.

McGonagall asiente para sí varias veces y señala una gran tienda instalada a un lado del estadio, a varios cientos de metros de la entrada.—La Tienda de los Campeones. Entrará allí, recibirá instrucciones sobre la próxima prueba, y permanecerá ahí dentro hasta que la llamen por su nombre. Yo estaré observando desde las gradas con el resto de los profesores, y... hay expertos, me he asegurado de ello, que estarán garantizando la seguridad de los campeones en caso de que algo no salga como se ha previsto.

El nudo en el estómago de Hermione se alivia ligeramente ante las noticias. —Gracias, profesora.

Se mete dentro de la tienda y la encuentra preparada con cubículos de los colores de las diferentes escuelas. Ella se dirige a la de Hogwarts y encuentra algunas tartas de melaza, una jarra de jugo de calabaza, y un plato de fruta; tiene el estómago demasiado revuelto como para siquiera pensar en servirse algo.

Su mente está ocupada catalogando todas las potenciales criaturas que podrían estar haciendo los sonidos provenientes del estadio.

Escucha el chasquido de la lona y vuelve a salir para ver a Bisset entrando. Luce bastante ceniciento y menos seguro de sí mismo que lo normal, con su ceñido uniforme azul de Beauxbatons, pero aun así elegante, y apenas un poco detestable. Es extrañamente reconfortante saber que no es la única que está nerviosa.

Luego la tienda se abre de par en par, y Malfoy entra precipitadamente. Se detiene en seco apenas entra, y suelta un rápido suspiro como si estuviera aliviado, tal vez pensando que estaba llegando tarde. Hermione y Bisset lo miran fijamente.

Luce más agobiado que nervioso, y Hermione se pregunta vagamente si será porque al parecer Pansy y el club de fans lo han «escoltado» todo el camino desde el barco. Aunque no puede imaginar cómo podría estar más preocupado por su club de fans arrojándole flores que por los ruidos que continúan llegando desde el estadio.

Tiene una creciente sospecha de qué es lo que los produce, y la esperanza de estar equivocada sigue disminuyendo a medida que pasa el tiempo. Su corazón sigue palpitando cada vez más rápido, y las palmas de sus manos se están humedeciendo. Se frota disimuladamente una mano contra la túnica.

LET THE DARK IN | TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora