Capítulo 12; El Baile de Navidad

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Usando el mapa, Hermione rastrea a Malfoy durante el horario de clase al día siguiente.

—Me estás evitando.—dice ella, interceptándolo cuando él se dirigía fuera del castillo.

—La mayoría del colegio te evita.—Pone los ojos en blanco y mira alrededor de ella buscando alguna excusa para escapar.—Y soy una de las últimas personas con las que deberías querer que te vean.

—No hay nadie aquí.—responde ella, agitando una mano.—Me estás evitando. Dijiste que querías que te devuelva tu libro, pero no has venido a buscarlo. Quiero más información. Deberíamos reunirnos una vez a la semana como mínimo.

—Te enseñaré cuando tenga ganas de hacerlo.—dice él, con una mueca de burla en sus labios, y luego intenta pasar junto a ella.

Ese bastardo.

Está cansada de ser amable. Todos están decididos a pasar por encima de ella, esperando que se conforme, que se adapte a ellos, y está harta.

Antes de que Malfoy pueda parpadear, ella lo toma por el brazo y apunta su varita contra su garganta; hace presión bajo la mandíbula, enganchando la punta justo debajo del hueso, y la clava contra su pálida piel.

Él aferra la mano de ella y el anillo familiar brilla, pero ella presiona con más fuerza, mostrando los dientes.

—Puede que no sepa sobre artes oscuras, pero apuesto a que conozco más hechizos que tú y que puedo lanzarlos más rápido. He leído que ciertos maleficios combinados y realizados en un orden incorrecto pueden tardar meses en dejar de reaccionar entre sí. ¿Deberíamos probar?

Él se congela; sus largos y pálidos dedos todavía aferran su muñeca.

Luce furioso, y la venganza arde en el pecho de ella mientras le dirige una imitación de su propia desagradable sonrisa.—Ya me parecía que no.

Disfruta de la sensación de que la tomen en serio, de ser alguien a quien tener en cuenta en lugar de una inconveniencia que todos creen poder sofocar hasta la muerte con su negligencia.

Se inclina hacia él, intentando lucir resuelta y no vertiginosa por haber conseguido intimidarlo; está lo suficientemente cerca como para oler la oscura fragancia de humo y hierbas para pociones en su uniforme marrón.—Me enseñarás cuando yo te lo pida. Juraste enseñarme lo que sabes de artes oscuras. Si yo te lo pido y tú lo sabes, no te puedes negar.

Entonces esboza una brillante sonrisa.—Obviamente ya te habías dado cuenta de eso porque me has estado evitando desde entonces. No creas que tienes el derecho exclusivo de aprovechar los vacíos legales de tu juramento. Quiero respuestas y no voy a esperar hasta que tengas ganas de dármelas.

Los labios de él se curvan y levanta la barbilla lo suficiente para finalmente escapar de su varita.

—No te estaba evitando. Simplemente no estaba aquí.—Se ve malhumorado y frota la marca debajo de su mentón donde la varita lo había apuñalado.—Tuve que ir a casa para mi entrevista.

Pone los ojos en blanco y se apoya contra la pared; se pasa el pulgar por la mandíbula durante un minuto más antes de cruzarse de brazos y continuar.

—¿Qué quieres saber?

Cierra los ojos, aparentemente resignado al próximo interrogatorio.

Ella se guarda la varita en un bolsillo y se endereza.—Quiero que me expliques por qué funcionan los intercambios en las artes oscuras. Y de dónde viene la magia. Y cómo se determina exactamente la equivalencia en los intercambios.

En lugar de lucir impresionado por sus preguntas extremadamente lógicas y cuidadosamente pensadas, sus ojos se abren de par en par y la mira como si le hubieran brotado dos cabezas de repente.

LET THE DARK IN | TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora