Febrero ha sido tan excepcionalmente cálido que Hermione no se molesta en llevar su capa cuando deja el castillo para una clase doble de Herbología. Harry y Ron caminan con ella, quejándose de la última tarea de Historia de la Magia; Binns les ha pedido un ensayo sobre las Rebeliones de los Duendes. Hermione se pregunta si debería centrar su ensayo en el punto de vista de los Magos o de los Duendes, y si será capaz de incluir todo, ya que la tarea no debe exceder los cinco metros de pergamino. Harry no entiende por qué los Duendes tenían que rebelarse tanto, mientras que Ron solo desea que sus nombres no sean demasiado difíciles de recordar.
Están a medio camino de los invernaderos cuando alcanza a ver un movimiento con el rabillo del ojo. Algo sale disparado, zumbando cerca de la oreja de Hermione, y no la alcanza por poco. Golpea el suelo con un fuerte crujido, pero apenas tiene tiempo de ver dónde aterriza antes que aparezca otro volando hacia ellos.
—¿Qué demonios?—dice Ron mientras se agacha y utiliza un hechizo de escudo antes de que lo golpee en un costado de la cabeza. Todos lo miran estrellarse contra el suelo.
Es una bola marrón del tamaño de una nuez. Cuando aterriza, se parte en dos y de él emerge un olor horrible, pútrido, que le quema las fosas nasales. Hermione casi se atraganta, y se tapa la boca y la nariz con una mano.
Bombas Fétidas.
No hay tiempo para reaccionar antes de que unas cuantas más aparezcan volando hacia ellos.
Ron lanza una serie de maleficios hacia el enorme arbusto del que están saliendo las bombas.—¡Salgan a enfrentarnos, cobardes, o coman babosas!
Después de seis años en Hogwarts, ésta está lejos de ser la primera emboscada del Trío. Slytherin y Gryffindor tienen lo que se conoce como una enemistad de mil años, y aunque el cuerpo de profesores intenta canalizar la energía antagonista a través de la pasión por los puntos de las Casas, y de la Copa de Quidditch, cada año el ambiente se tensa lo suficiente como para provocar una guerra de bromas elaboradas y duelos de maldiciones y maleficios en los pasillos.
Harry y Ron lanzan entusiastas gritos de guerra y se lanzan hacia adelante, alternando entre el lanzamiento de maleficios y las protecciones de lo que se está convirtiendo en una lluvia de Bombas Fétidas, mientras Hermione se queda detrás, sin decidir si debe unirse o utilizar su estatus de Prefecta para detener todo de inmediato.
Harry lanza un maleficio de dientes de tentáculo, con toda certeza prohibido, y ella se estremece.
La mayoría de las Bombas Fétidas no dan en el blanco, pero igual salpican por todas partes cuando aterrizan; el olor se está volviendo cada vez peor. Harry lanza una maldición hacia el arbusto, pero rebota contra algo y por poco golpea a Hermione en el rostro.
Ella salta hacia atrás con un grito de sorpresa y desenfunda la varita, enojada. No tiene intención de terminar en el hospital justo antes de la Segunda Prueba por culpa de una estúpida emboscada.
Saca la varita y lanza un hechizo que pasa justo entre Harry y Ron.—¡Confringo!
El arbusto explota; las hojas salen volando en todas direcciones, dejando un cráter en el suelo. Detrás de él aparecen cuatro muchachas con uniformes de Durmstrang, conmocionadas; cada una sostiene una bolsa de Bombas Fétidas, y una apunta con su varita de manera defensiva.
Ron y Harry se detienen en seco, claramente habiendo esperado que fueran Slytherin y sin tener la más mínima idea de qué hacer con unas niñas de Durmstrang. Se ha mantenido un sentido del decoro bastante rígido entre las tres escuelas. Nadie quiere ser responsable de causar un incidente internacional.
Ni siquiera Hermione sabe qué hacer. Se queda mirándolas con la boca abierta.
—¿Por qué demonios han hecho eso?—grita Ron, el primero en recuperarse.
ESTÁS LEYENDO
LET THE DARK IN | Traducción
FanfictionEn un mundo donde el ascenso de Voldemort nunca ocurrió, la sociedad de los Magos ha encontrado nuevas formas de reprimir y excluir a aquellos que consideran forasteros. Hermione Granger asiste a Hogwarts como una de las pocas estudiantes nacidas de...