XIX

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Danilo caminó hacia la casa de Martina, con ambas manos en los bolsillos y una expresión soñolienta tras despertarse recién. La noche estaba tranquila, y la luz de las farolas iluminaba tenues destellos en su camino. Llegó a la casa de Martina y, con una sonrisa pícara, recogió unas piedritas del suelo. Comenzó a lanzarlas suavemente hacia la ventana de la habitación de Martina, esperando captar su atención.

En el interior de la habitación, Martina yacía sumida en un sueño profundo. Las piedritas golpeando su ventana se convirtieron en la banda sonora de su despertar. Desconcertada, se acercó a la ventana, primero mirando hacia arriba y luego hacia abajo, hasta encontrarse con la figura de Danilo, quien sonreía desde el suelo.

— ¿Qué querés, Uru? ¿No ves que estoy durmiendo? — gritó ella, aún adormilada y algo molesta.

— ¡Salí, Martu! Quiero hablar contigo — respondió él, levantando las manos con entusiasmo.

— ¡Ni en pedo! Además, estoy recién despierta y me veo horrible — exclamó ella, sin percatarse de que Danilo no la escuchaba con claridad.

— ¿Qué decís? ¡Ni ahí! Salí, que quiero hablar con vos. Además, te ves hermosa hasta recién despierta — expresó él, con una sonrisa pícara, mientras lanzaba otra piedrita.

Martina, al escuchar el cumplido inesperado, se puso completamente roja. Decidió esconderse bajo la ventana para que él no la viera en ese estado, aunque sus esfuerzos eran en vano. Danilo ya se regocijaba al ver cómo había logrado arrancarle una sonrisa, aunque fuese en la intimidad de su habitación.

— ¡Mirá, Uru, dejá de lanzar piedras a mi ventana! ¿Qué querés? — gritó Martina, esta vez decidida a enfrentar la situación.

— Salí un rato, Martu, tengo ganas de hablar con vos. Y vení como estás, no importa si estás toda desarreglada — insistió Danilo, mirando hacia arriba con una expresión juguetona.

Martina, aún ruborizada por el piropo, se debatía internamente si ir o no. Pero finalmente, cedió ante la insistencia de Danilo y salió a la calle en su estado más natural, con cabello revuelto y pijama.

— ¡Mirá cómo estoy che! ¡Una mezcla entre un monstruo y un espantapájaros! — exclamó Martina al aparecer frente al departamento —. Encima mi tía no está... ¿Qué querés? —.

— Nah, estás divina. ¿Y qué tal si salimos a dar una vuelta? La noche está hermosa — propuso Danilo, mirándola con una expresión cómplice —. Dale, decí que si. No seas cagona —.

— Y bueno, capaz me encuentro con el amor de mi vida por ahí  — dijo Martina, riendo y siguiendo a Danilo por las calles —. ¿No es medio peligroso salir igual? — preguntó, cruzando sus brazos por el viento fresco —. Mira que salen no sé a loquear ahora —.

— No te preocupes por eso vos — añadió él —. Algo así pasa y yo te voy a cuidar —.

— Che, Uru, ¿nunca te cansás de hacer estas cosas? — preguntó Martina, mirándolo de reojo mientras caminaban.

— ¿Qué cosas? ¿Lanzar piedras a tu ventana? — respondió él, riendo.

— No, digo estas cosas de salir a caminar de noche, hablar pavadas, no sé... — aclaró ella, sonriendo —. Hace dos días que me haces lo mismo che —.

RESCATATE | Danilo Sánchez | Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora