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Danilo se sentía como si estuviera atrapado en un remolino de emociones tumultuosas. Cada fibra de su ser estaba sometida a la tiranía implacable de la abstinencia. Los temblores que sacudían su cuerpo parecían ser el eco ensordecedor de su ansiedad interna, mientras que el sudor frío que perlaba su frente era un recordatorio constante de la lucha interna que libraba.

El deseo insaciable de satisfacer sus ansias era como un fuego voraz que lo consumía desde adentro. Cada momento sin la droga era un suplicio, una tortura que lo llevaba al límite de su resistencia. La falta de ella parecía crear un vacío abismal en su interior, un abismo que clamaba ser llenado a cualquier precio.

Sin embargo, a pesar del tormento físico y emocional que experimentaba, la imagen de Martina seguía grabada en su mente como un faro en medio de la oscuridad. A pesar de la neblina de dolor y confusión que lo rodeaba, su determinación por encontrarla era una llama que se negaba a extinguirse.

Frente al edificio donde ella vivía, Danilo se encontraba en un punto de inflexión. Cada paso que daba era una batalla interna entre su deseo de huir y su necesidad de enfrentar las consecuencias de sus acciones. El latido desbocado de su corazón era el eco de su angustia y su esperanza, una sinfonía caótica que resonaba en su pecho mientras se preparaba para dar el siguiente paso hacia lo desconocido.

Cuando la pelirroja salió del edificio, sus ojos se posaron en Sánchez con una mezcla de alivio y preocupación. A pesar de su demacrado aspecto, parecía que brillaban con una intensidad renovada. Martina tragó saliva, sintiendo cómo su garganta se secaba ante la visión de Danilo, quien estaba aún peor que la última vez que lo vio.

Sánchez sonrió, estaba radiante de alegría mientras le contaba a Rodríguez que llevaba cuatro días limpio. Sus ojos brillaban con emoción mientras explicaba que lo hacía por ella, porque la amaba más que a nada en el mundo.

—Colo, te juro que estoy limpio hace cuatro días —dijo Danilo, con una sonrisa que iluminaba su rostro—. Lo hago por vos, porque te amo con todo mi ser.

Martina lo observaba en silencio, sin decir una palabra. Podía ver cómo las manos del Uruguayo temblaban ligeramente, aunque él intentaba disimularlo. Su aspecto demacrado y los pequeños escalofríos que lo recorrían delataban la lucha interna que estaba librando.

—Lo sé, Martu —continuó Danilo, tratando de que su voz sonara firme a pesar de la emoción que lo embargaba—. Estoy hecho mierda, pero estoy limpio, es la primera vez en tanto tiempo que no inhalé nada, te juro.

Ella lo miró fijamente, por un momento, sintió el peso de todas las promesas que el chico le había hecho en el pasado y quebrantado. Pero también sintió la genuina determinación en su voz, la misma determinación que la había enamorado desde el principio.

Apenas el castaño dio un paso al frente, un escalofrío recorrió su cuerpo, mostrando claramente lo mal que estaba. Martina se dio cuenta de que algo no iba bien y al dar otro paso hacia él, Sánchez cayó repentinamente al piso, vomitando prácticamente todo y nada. Era evidente que no había comido nada, no había nada en su estómago que expulsar.

La angustia se apoderó de la chica al ver a Sánchez retorciéndose en el suelo, luchando contra los estragos de la abstinencia. Cada retorcijón del cuerpo del chico parecía reflejar el tormento interno que estaba experimentando.

El sonido de los gemidos ahogados de Danilo resonaba en el aire, y ella se sentía impotente ante su sufrimiento. Por un momento, se le pasó por la mente la idea de correr hacia él, de arrodillarse a su lado y tratar de consolarlo. Pero la razón y su propia fragilidad se interpusieron en su camino, no podía mover sus pies, no podía caminar hacia él.

RESCATATE | Danilo Sánchez | Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora