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—¿Qué buscás? —preguntó curiosa la mayor, acercándose—. Decidite, Martu, no gastes toda la plata que te mandó tu viejo en una pavada.

Martina escrutaba con atención los distintos pares de botines que tenía delante. Cada uno parecía mejor que el anterior, pero simplemente no se decidía. Buscaba uno que gritara "Danilo" con solo mirarlo.

—¿Pavada? —cuestionó sin dejar de buscar con la mirada—. Es su cumpleaños, mirá que a mí me regaló una cadenita re linda.

—No quería sonar tan forra —suspiró cruzando los brazos—. Hace cuatro horas que estamos acá, sabés que después tenemos que arreglar todo en casa, Carlos no puede entretenerlo más.

—Debería —replicó la pelirroja, volviéndose hacia la mayor—. Le di plata para que compren algo, no sé, pizza, hamburguesas, lo que sea.

—Ya sabés cómo es Danilo —intervino la pelinegra—. Decidite rápido antes de arruinar nuestra sorpresa.

—Andate si querés —dijo la pelirroja, agarrando un botín verde fosforescente—. Yo voy a buscar uno perfecto, uno que le dé suerte cuando sea famoso.

—Tenés mucha fe en él —se burló la mayor, negando con la cabeza—. Juega re bien igual, la otra vez cuando lo vi, les bailó a todos.

—Es Dan —confirmó Martu—. Y encima de que la rompe en la cancha, ahora que puede jugar otra vez... seguro que la pasó re mal estando encerrado todo ese tiempo.

—Pero no recayó —informó Raquel—. Creo que después de todo lo hizo bien.

—Hablando como una madre orgullosa —se burló Rodríguez—. Dejá de joder y vení a ayudarme a pagar, me enamoré de estos.

—¿Como de Danilo? —preguntó burlona mientras se acercaba—. No sé quién de los dos está más enamorado del otro.

—Cerrá el pico.

—Mirá cómo me hablás y soy tu tía... Dios mío, qué adolescencia la de ahora —se quejó mientras suspiraba—. Te falta poco para entrar a un convento.

—Y a vos te falta un buen hombre —dijo la pelirroja—. Creo que la menopausia te está afectando.

—Martina —regañó, haciendo que su sobrina riera por lo bajo—. Te voy a castigar.

—Sí, sí —respondió burlona—. Intentalo, mamá.

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Los globos decoraban el pequeño departamento, llenándolo de color y alegría, casi como un intento de disfrazar los desperfectos que se acumulaban en las paredes.

Martina, con cuidado y atención, colocaba las velas en el pastel que había horneado con esmero. Aún quedaba un poco de harina esparcida por su rostro, una muestra del esfuerzo que le había dedicado a aquella torta casera. Ocultando con el glaseado que se le había quemado un poco.

En su calendario, aquel día estaba marcado con corazones, recordándole constantemente la importancia de la fecha. La emoción latía en su pecho con fuerza, impidiéndole conciliar el sueño la noche anterior.

Se imaginaba una y otra vez la expresión de Danilo al entrar, se preguntaba si le gustaría el gesto o si todo resultaría ser un fracaso.

Los nervios la invadían, aunque intentaba ocultarlo tras una fachada calmada le costaba evitar pensar sobre eso. ¿Le gustaría el pastel? ¿Y el regalo que le había comprado? Lo había envuelto cuidadosamente, asegurándose de que cada pliegue estuviera perfectamente alineado.

RESCATATE | Danilo Sánchez | Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora