XLVII

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Está es la perspectiva de Danilo, está con la total intención que parezca que el narra, pero creo que suena muy neutro y no tipo Argentino, medio villero viste. Me disculpo, hice todo lo posible. Ah, y hola <33

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Danilo Sánchez.
26 de noviembre 1996.

El remordimiento me carcome por dentro, me duele en el alma. Quiero estar con Martina, quiero hacerla feliz, ser la razón de su sonrisa. Pero al mismo tiempo, no quiero arrastrarla conmigo, no quiero que pierda su brillo por mi culpa.

Martina es la mina más linda que conocí en toda mi vida, desde aquel día que la vi por primera vez, no puedo sacarla de mi mente. Al principio, sí, me llamaba la atención porque estaba re buena, pero ahora ya no me importa eso. No soy tan forro, en serio, la mina ocupaba mi cabeza todo el tiempo, solo quería que me mirara aunque sea un rato.

Me doy cuenta de que siento celos, ¿viste? Es una sensación re fea, un nudo en la garganta que no me deja ni respirar bien. Me duele verla con cualquier otro flaco, sabiendo que yo podría ser ese que la hace reír, que la cuida como se merece.

Mi estómago está vacío, pero no solo de comida, también de algo más, algo que me llene por dentro, que me saque esta angustia. Siento cómo crujen las tripas, y no es solo por el hambre, es algo más profundo, una necesidad que no sé cómo llenar.

La boca se me hace agua pensando en todo lo que voy a comer hoy, porque la verdad es que tengo un hambre de león. Pero aunque devore kilos de comida, sé que esa sensación de vacío no se va a ir fácilmente.

Quiero estar simplemente lejos de mis pensamientos, alejarme de todo lo que me molesta, especialmente de noche, cuando parece que todo se me viene encima. Todo está mal, y parece que nada va a mejorar. Los días de hambre se alargan cada vez más, y ya nada se siente bien. No puedo seguir actuando como si todo estuviera bien.

Estaba buscando algo para distraerme, hacía dos días que no comía nada, y lo último que había probado fue un pan viejo que ya ni en pedo me llenaba. Necesitaba apartar mi mente aunque fuera un rato de esta realidad horrible.

Entonces, lo vi al Sebas en el sofá, inhalando eso a lo que era tan adicto, drogándose sin importarle nada más. La vista me hizo sentir una mezcla de rabia y tristeza, ¿cómo podía estar tan tranquilo haciendo eso? ¿Acaso no veía lo que estaba pasando a su alrededor? Era como si estuviera ciego a todo, incluso a mí, su propio hermano, que estaba aquí, al lado suyo, pasándola mal como nunca. Olvidando que yo seguía dependiendo de él, pelotudo.

Se levantó, tirándome un "vuelvo en un toque", y se fue medio tambaleante, agarrando su campera al pasar. Mis ojos se clavaron en la mesa de la sala, donde vi un plato con ese polvito blanco y un billete enrollado a un costado. Fue la primera vez que noté que mi hermano no había limado todo el merca. Sentí como si un peso enorme me aplastara, mis pies parecían de plomo, pero mis manos rogaban moverse. Era como un susurro, una súplica de arrodillarme frente a esa porquería.

Me acerqué despacio, con las manos temblando como gelatina. Agarré el billete y lo puse en mi nariz con cuidado, como si fuera un cirujano. Cerré los ojos y respiré hondo, esperando que ese polvito blanco me hiciera olvidar todo, que me llenara por dentro. Por un segundo, parecía que todo desaparecía, que solo quedaba esa paz. Pero cuando abrí los ojos, la realidad golpeó de nuevo. Mis dramas seguían ahí, y el vacío en la panza también, como si nada hubiera cambiado.

Pero estaba en un estado entre la lucidez y la ensoñación; te juro, como si mi mente se mandara un viaje sin avisarme. Mis sentidos se iban apagando de a poco mientras miraba el mundo desde un ángulo desconocido, como si estuviera flotando en el aire.

RESCATATE | Danilo Sánchez | Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora