21.- No es de tu incumbencia.

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Dos semanas después arreglé con Joaquín para vernos y hablar. Salí de casa aprovechando que Pablo salió con Nadia, y Mia y Manuel se fueron con el papá de Mia. Debía ir con Joaquín a un parque así que tomé una mochila y me fui.

Me puse una gorra roja, unos lentes oscuros, una chaqueta de mezclilla con una remera roja holgada y unos pantalones igual de mesclizza. Me hice una coleta y dejé dos mechones enfrente sueltos. Llegué al parque y me senté en una piedra mientras mi pierna temblaba.

Mire la hora de mi reloj muchas veces y cuanto más tiempo pasaba más me preocupaba.

–Hey.– Joaquín estaba a mis espaldas. Me di la vuelta y cruzamos miradas. Caminó más hacia mi y me paré.

–Joaquín, no sé qué quieres. Lo que tuvimos fue solo una amistad de preparatoria. Ya olvídate.

–Estas loca. Sabes que yo siempre consigo lo que quiero... y sabes lo que quería.– retrocedí dos pasos y me puse firme. Como si no tuviera miedo. Pero es falso, me siento una gallina.

–¿Qué queres con Pablo? Él no hizo nada.

–Quizás él no, pero tú sí. ¿Porqué dejas que él te haga cariñitos y yo no?

–¿Será porqué él si tiene cerebro, es lindo sin actuar y es maduro?

–Lo sé, muy maduro. Marizza, no te das cuenta que él no es para ti. Te romperá el corazón y te dejara cuando se dé cuenta de la chiquilina que eres. Dime, ¿ya follaron?– sonrió burlón. Mi cara cambió de miedo a asco.

–Eres un chico tan repugnante. No, Joaquín, no todos son como tú, no todos buscan el sexo cuando se deprimen, y si él y yo queremos hacer todas las posiciones del kama-sutra es muestro tema.– él río y negó con la cabeza.

–Ya no sos esa chica inocente que conocía. –su sonrisa egocéntrica desapareció –¿Porqué no me quisiste?– preguntó molestó y me asusté– Anda, dime. Pude haber aumentado ese poco autoestima que tienes.

‐Haber tenido algo contigo habría sido la prueba de menos autoestima de todas.– dije firme. Él se acercó a mi, traté de retroceder pero me tomó fuerte del brazo.

–Eres una mendiga puta, Marizza.

–Lo sería si estuviera contigo.– seguía con bastante miedo. La adrenalina corría por mis venas pero no de forma divertida. Este chico está loco.

–¡Deja de hablar! No le podes contar esto a nadie o todos te odiaran siempre. – me agitó y me tiró al suelo. Apenas me dio tiempo de reaccionar y grité.

–¡Tú dejame en paz!

–Voy a hacer todo lo posible porque estés conmigo. Y más vale que termines con tu gato. Para estar en paz, ya sabes que quiero.– arrancó pasto del suelo y me lo tiró antes de irse.

Las lágrimas no tardaron en salir. Mire mis rodillas y estaban llenas de sangre debajo de la tela, así como mi mano izquierda porque me sostuve con ella.

Ya no puedo con esto, pero no puedo decirle a nadie. Lo mejornserá alejarme e irme a México. Pero no puedo rendirme, yo no soy así, debo jugarme. Pero esto es imposible, ahora están Pablo y Nadia. Pero irme también sería jugarme. ¡Oh, Dios, todo es tan difícil! ¡Odio todo!

El deseo de amar para siempre. PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora