Capítulo 2

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Inició II

En el césped del campus del instituto, un móvil abandonado captó la mirada de Andrew con su apariencia intrigante y misteriosa. Descansaba en el verde manto como un enigma olvidado, su pantalla reluciente y sin un solo rasguño lo hacían destacar entre la hierba.

Lo sostuvo entre sus manos, observándolo con ojos curiosos mientras lo guardaba con precaución en el bolsillo de su pantalón.

—¡Rose! —Angy me susurró suavemente, inclinando la cabeza para evitar llamar la atención de los demás. Movía los labios con cuidado, como si cada palabra pudiera romper el frágil silencio del aula. —Déjame tu móvil un momento —dijo en un murmullo que apenas podía oírse.

Mis manos temblorosas comenzaron a revolver frenéticamente el contenido de mi cartera. La desesperación me invadía mientras buscaba el brillo familiar de mi móvil entre monedas, recibos y otros objetos desordenados. El tiempo pasaba, y mi angustia crecía con cada segundo que el móvil seguía sin aparecer. Cada objeto que encontraba, en lugar de aliviar mi ansiedad, parecía ser un obstáculo más en mi desesperada búsqueda.

Mi corazón latía con fuerza, y la respiración se volvía cada vez más agitada. Finalmente, después de un último intento infructuoso, solté un suspiro derrotado y cerré la cartera con tristeza.

—Creo que he perdido el móvil —dije con voz temblorosa, levantando la cabeza con los ojos bien abiertos. Apreté la cartera contra mi pecho con desesperación. —Creo que se me ha caído en el patio —me levanté de golpe, decidida a salir en busca de mi teléfono.

En ese momento, la profesora entró en la sala con elegancia y una presencia imponente que llenaba el espacio. Su postura y su actitud exudaban control absoluto.

—¡Sentaros por favor! —su voz resonó con firmeza, haciendo que todos en la clase se quedaran en silencio.

—¿Profesora, puedo salir un momento al patio? —le pedí con determinación, mientras mi mirada se encontraba con la suya. La profesora, con los brazos cruzados sobre el pecho, mantuvo una postura desafiante y autoritaria mientras evaluaba mi petición.

—Creo que se me ha caído el móvil en el patio —intenté explicar, pero la profesora levantó la mano en un gesto firme, deteniéndome antes de que pudiera decir más.

—No, los aparatos electrónicos están prohibidos, así que no voy a dejarte ir —dijo con una elegancia calculada, ajustando las gafas de montura negra sobre su nariz con un gesto preciso. Se acomodó en su silla, cruzando las piernas con gracia y manteniendo una postura erguida que irradiaba control. Sus ojos detrás de los cristales eran inquisitivos, evaluando cada movimiento y palabra con una mirada penetrante.

De vuelta en mi asiento, me sentí congelada por la sorpresa e indecisa. Sin saber dónde aferrarme, apoyé las manos en el borde de la mesa, tratando de calmar la ira que comenzaba a burbujear dentro de mí.

—Tranquila, seguro que alguien lo ha llevado a recepción —dijo Angy con suavidad, posando su mano sobre mi hombro en un gesto reconfortante. Su ternura y apoyo me dieron algo de calma en medio de la tormenta interna que estaba enfrentando.

En otra clase, Andrew, con una entrada segura y decidida, capturó de inmediato la atención de sus compañeros. Su presencia en el aula se hizo notar de manera impactante. Con paso firme y postura erguida, analizó minuciosamente cada rincón del salón, escudriñando cada rostro con su mirada penetrante. El aura de seguridad que lo rodeaba generó un silencio momentáneo en el aula, mientras todos se percataban de su llegada.

—¿Qué pasa tío? —el compañero de Andrew se acercó con entusiasmo, colocando su mano derecha sobre su hombro con confianza. Era un hombre alto y fornido, con aspecto rudo pero amigable. Su cabello corto y oscuro estaba peinado hacia atrás, revelando una sonrisa franca y unos ojos brillantes de color verde intenso.

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