Capítulo 4

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Inicio IV

—¿Rose?

La voz profunda y serena de Andrew rompió el silencio, sobresaltándome ligeramente. Lo miré sorprendida; su tono calmado contrastaba con la tensión que había sentido minutos antes.

—Soy Andrew —dijo, con una sonrisa que iluminó su rostro, suavizando su expresión mientras extendía la mano hacia mí—. ¿Esto te pertenece, no?

Bajé la vista y vi mi teléfono en su mano. Solté un suspiro de alivio al darme cuenta de que lo había recuperado. Tomé el móvil con gratitud, sintiendo cómo parte de mi ansiedad se disipaba.

—Vamos, vamos a tomarnos algo —dijo Andrew con naturalidad, adelantándose hacia un coche cercano.

Él se movió con fluidez y abrió la puerta del vehículo con un gesto elegante, apartándose para dejarme espacio. Su rostro mantenía una expresión amable, y con una ligera inclinación de la mano, me invitó a subir.

—Disculpa —dijo de repente, rascándose la cabeza con cierta incomodidad. Noté cómo su cabello oscuro se movía levemente, destacando el brillo de sus ojos azules.

La mezcla de disculpa y diversión en su expresión le daba un aire aún más encantador, casi desarmante.

—Sé que esto puede parecer un poco extraño, pero no es mi intención que te sientas incómoda —agregó con una sonrisa tan cálida que me hizo dudar de mi propia inquietud. Sus ojos se achinaron y los hoyuelos en sus mejillas se hicieron más profundos, añadiendo un toque irresistible a su mirada.

Sonreí, tímida, sintiendo que mis defensas se ablandaban un poco. Después de un momento de duda, decidí confiar en él.

—La verdad es que en mi cabeza han pasado unas cuantas historias —admití, dejando escapar un suspiro mientras me acomodaba en el asiento del coche.

El coche comenzó a deslizarse suavemente por las calles iluminadas de la ciudad, y me dejé llevar por el espectáculo urbano que se desplegaba ante mis ojos. Las luces parpadeantes de los faroles y las sombras de los edificios parecían bailar al ritmo del motor, creando un ambiente cargado de misterio. Sentía el aire fresco de la noche acariciando mi rostro, disipando cualquier duda o inquietud que me había acompañado hasta ese momento. Por un instante, me sentí en paz.

Mis ojos se perdían en el horizonte, donde el contraste entre la luz y la oscuridad transformaba la ciudad en una obra de arte en movimiento. Todo parecía tener un propósito; cada detalle resonaba en mí, como si formara parte de algo más grande. Sentía una energía nocturna que me envolvía, infundiéndome una sensación de libertad que no había experimentado antes. Era como si, por primera vez, estuviera realmente en sintonía con el mundo que me rodeaba.

De repente, nuestros ojos se encontraron. En ese instante, el bullicio de la ciudad pareció desvanecerse. El tiempo se detuvo, y solo pude escuchar nuestras respiraciones y mi propio corazón, que de repente comenzó a latir más rápido. La intensidad en su mirada me atrapó, creando una conexión silenciosa, profunda, como si nuestras almas se comprendieran sin necesidad de palabras.

Sentí una corriente de emociones invadiéndome, parpadeé varias veces, intentando asimilar lo que estaba ocurriendo dentro de mí. Había una mezcla de nerviosismo y excitación que no podía negar. Cada segundo junto a Andrew intensificaba esos sentimientos que apenas comenzaba a entender. Respiré hondo, intentando calmar el ritmo frenético de mi corazón mientras mis pensamientos luchaban por mantenerse en orden.

Instintivamente, busqué apoyo, y sin darme cuenta, apoyé mis brazos en la ventana del coche. Necesitaba algo que me ayudara a mantenerme firme en medio de esa marea de sensaciones. Cerré los ojos un momento, entregándome al suave susurro del viento que acariciaba mi rostro. La brisa fresca me trajo un instante de calma, como si la noche misma me hablara en un lenguaje secreto que solo yo podía entender.

El Arma PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora