Inicio IEl tiempo avanzó, y nueve años después, el mundo que rodeaba a Andrew había cambiado.
El sonido de las sábanas deslizándose llenó la habitación, interrumpiendo la mañana. Andrew, se despertaba con desgano. La luz del sol filtrándose por las cortinas.
Con un suspiro, Andrew se incorporó y se sentó al borde de la cama, dejando que sus pies tocaran el suelo. La luz del sol iluminó su figura marcada.
En el baño, en la ducha mientras el agua caliente caía sobre su piel dejó que los pensamientos fluyeran en su mente. Las imágenes del pasado, las decisiones difíciles y las preguntas sin respuesta se mezclaban en su cabeza.
Su cuerpo, cada músculo parecía esculpido, revelando la fuerza y la agilidad. Algunas cicatrices marcaban su piel, junto algún que otro diminuto tatuaje.
A Andrew le gustaba ver su reflejo en el espejo. Sus ojos, determinantes y melancólicos, alguna vez fueron inocentes.
Descendió las escaleras y llegó a la cocina. El aroma de café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el suave murmullo de la televisión. La cocina, con sus muebles de madera y encimera de granito, irradiaba calidez, lujo y comodidad.
La entrada de Scarlet, una chica deslumbrante, interrumpió la tranquilidad de la cocina, repitiendo el nombre de Andrew varias veces en un grito ensordecedor.
Con la boca llena de cereales, Andrew abrió los ojos como platos al escucharla.
—Llegamos tarde al primer día de clase —Scarlet comentó. —Te estaba esperando.
Andrew, sin dejar de comer, replicó con desinterés:
—¿Y por qué me estabas esperando? Podrías haberte ido tu solita.
Mientras Andrew movía la cuchara de cereales de un lado a otro, mostrando su indiferencia, Scarlet se acercó a él para hablarle cerca del oído.
—Creía que íbamos a ir juntos, que tú me llevarías —pronunció Scarlet molesta.
Andrew, con una mirada fría y distante, buscó en su bolsillo un paquete de tabaco y esbozó una sonrisa al encontrarlo. Extrajo un cigarro del interior del paquete y lo llevó rápidamente a su boca, encendiéndolo con destreza. Cerró los ojos, ignorando por completo la presencia de Scarlet, mientras inhalaba profundamente el humo y lo expulsaba lentamente.
—¡Mira! ¡Paso de ti! ¡Gilipollas! —Scarlet, enfadada, abandonó la cocina mientras continuaba murmurando.
Mientras abandonaba la cocina, se cruzó con su madre Anna, que era la madrastra de Andrew, así que se acercó a él con una mirada serena y amable.
—No deberías enojar a Scarlet de esa manera —la mujer, mientras hablaba con Andrew, tomó una manzana de la cocina, sosteniéndola delicadamente en su mano.
—Bueno, está bien hacerla rabiar de vez en cuando —dijo Andrew, tras escuchar las palabras de su madrastra, a su vez mostró una sonrisa sincera y serena que iluminó su rostro.
—Supongo —llevó la manzana a sus labios con delicadeza. Hundió sus dientes suavemente en la pulpa jugosa de la fruta, mientras sus labios se curvaban ligeramente al saborear su frescura y dulzura. —Ha pasado algo de tiempo —con una mirada cargada de intranquilidad, dirigió sus ojos verdes hacia Andrew. —¿Ha pasado el tiempo suficiente? —preguntó con un tono ligeramente hostil, mientras su voz resonaba con desconfianza, clavando su mirada penetrante en Andrew.
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El Arma Perfecta
Teen FictionLa vida de Rose era simple y tranquila, hasta que en ella irrumpe Andrew, el chico malo, y Christian, el chico bueno.